Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 26 de noviembre de 2012

SOBRE TRES BOFETONES ELECTORALES Y UN PELIGRO CRECIENTE.

Todos los que presumen de entender los entresijos de la memocracia coinciden en afirmar que CiU se ha pegado una leche monumental. Resulta obvio que convocar elecciones anticipadas con la pretensión -explícita- de obtener una mayoría absoluta, y perder casi un 20% de los escaños que se tenían, es una bofetada de cuidado.

El señor Mas se postuló como mesías de la secesión, incluso se ha ofrecido como chivo expiatorio aceptando la posibilidad -nada remota si estuviéramos en un Estado de Derecho- de ir a la cárcel. Y los votantes han declinado su amable disposición al sacrificio. Fracaso absoluto en lo personal para el señor Mas, falso profeta al que una quinta parte de sus antiguos seguidores ha abandonado en una disyuntiva donde se presentaba como el apóstol del separatismo.

Bofetada también -por aclamación de los enterados- del PSC-PSOE, que pierde casi un 30% de sus escaños anteriores. Nada extraño, si tenemos en cuenta que ha postulado una entelequia federalista, ni chicha ni limoná, ni separatismo ni unión; una postura, además, con distinta interpretación según quien hablase, que los electores no se han tragado porque la han visto como un nadar entre dos aguas, nadar y guardar la ropa y, en resumen, no tener ni pajolera idea de qué quieren decir, proponer y defender. Una propuesta, la socialista, que no iba más allá de la confesión implícita de que les han pillado en paños menores y no saben qué hacer.

Bofetón de cuidado -aunque ya se encargarán los lameculos de ocultarlo- para el PP. Porque, con la que estaba cayendo -con la amenaza de ruptura de la unidad nacional, con la bravata separatista, con la amenaza clara de Mas y cómplices- sólo ha conseguido ganar un escaño. Esto -para quien no pertenezca a la casta pepera- significa que los votantes no confían en el PP; que ya están de vuelta de sus mentiras, su malminorismo, su incapacidad para plantar cara al secesionismo, y su actitud cómplice en tantos y tantos casos.

El PP en Cataluña perdió toda credibilidad cuando el señor Aznar ofreció la cabeza de Vidal-Quadras a Pujol, a cambio de sus votos para trincar la poltrona moncloaca. Desde entonces dejó de ser el partido nacional de referencia para los catalanes no separatistas, y se convirtió en un chiringuito más de la profusamente fragmentada sociedad de la región catalana. Y eso que el señor Vidal-Quadras es un político falso, cínico, mentiroso e impresentable, como lo demuestra el hecho de que con diferencia de pocos días cambia de opinión sobre los mismos temas, según en qué radio o televisión le entrevisten, y esto lo he oído y lo atestiguo personalmente. Pero quienes le sucedieron han dado la espalda a quienes confiaban en el PP como garantía de unidad frente al separatismo, con infinitas cesiones y con una permanente indefinición, que se traduce en el estancamiento pese a la gravedad de la situación.

Más que bofetón, mera colleja para SI, la cosa que se inventó el señor Laporta, (ex presidente del F.C. Barcelona, cuyas cuentas no dejó -en opinión de la directiva que le sucedió- nada claras), en colaboración con la meretriz llamada María Lapiedra; opción que bajo el mando del señor López-Tena -individuo que, de haber Justicia en España, estaría en la cárcel-, se ha caído por el sumidero de lo anecdótico.

Para mi punto de vista, el gran vencedor de estas elecciones en Cataluña ha sido Ciudadanos, que triplica el número de escaños, como consecuencia lógica de hablar claro y prestar voz a quienes están hartos de la dictadura separatista. El voto residual al PP -el de quienes han nacido con el pajarraco grabado a fuego en el anca- ha impedido, de momento, un mayor ascenso; pero deja claro que las propuestas no separatistas tienen que ir por el camino de plantarse, sin complejos, en la defensa de la unidad nacional, de la rebeldía ante la imposición lingüística, y de la libertad de expresión frente a la tiranía separatista.

ERC, vencedor indudable también, que duplica largamente sus escaños, se ha beneficiado -como las otras opciones de ultraizquierda- de la debacle socialista. Habrá quien dude de este trasvase de votos del PSC-PSOE a partidos claramente separatistas, pensando que el PSOE no lo es; pero basta recordar los Gobiernos socialistas de Maragall y Montilla para comprobar que el PSC ha hecho por el secesionismo más que Pujol.

Explicada ya mi opinión sobre los bofetones electorales recibidos por los cabecillas del tinglado, queda ofrecer mi punto de vista sobre el peligro. Peligro que los bienpensantes pretenden ignorar, escudándose en que CiU ha perdido escaños, y en que no es fácil que un partido de centro-derecha se avenga a las exigencias de la izquierda para obtener el apoyo de ERC. Pero el hecho es que el separatismo tiene casi tres cuartas partes de los escaños, y que Mas no tiene otra posibilidad que huir hacia adelante, aliándose con quien sea y como sea. Cuando se ha enfervorizado a las masas no se puede dar media vuelta ni marcha atrás. Cuando una revolución -y el asalto del separatismo lo es- se pone en marcha, sólo cabe encauzarla o ser arrastrado por ella. Y Mas sabe que si no se pone en cabeza, será arrastrado por la izquierda separatista.

Pueden diferir el algunas -pocas o muchas- cosas; pero CiU y ERC se saben condenadas a proseguir el avance de su órdago separatista y, lo que es mas, saben que este es el momento propicio, con un Gobierno pusilánime y cobarde, y una opinión pública española más preocupada de comer mañana que de filosofar, y mas que harta de los desplantes, las desvergüenzas y las insolencias del catalanismo, lo que puede acabar traduciéndose en un separatismo de signo diferente: el de que ¡allá se las apañen, y que se vayan y que les den!

El peligro, pues, no sólo no ha desaparecido por la caída electoral de Mas, sino que se ha incrementado y contará con el impulso de la ultraizquierda; el mastín de presa que CiU dejará suelto para que no les muerda más votos a ellos.

Queda, sin embargo, un dato significativo: el de la abstención. Una abstención que -sumada la ausencia de las urnas con el voto en blanco- supone casi un 35% del electorado, y se eleva a 1.838.649 personas, para un censo de 5.413.510. En este grupo puede haber, lógicamente, de todo; pero habiendo tantas opciones de izquierda -desde las establecidas y aburridas socialistas, hasta las casi antisistema de CUP-, y estando tan crecida la fauna rojoseparatista, puede entenderse que la mayoría de esa abstención es de signo contrario; es decir, de los que están hartos del chalaneo de los partidos del sistema, de la ambigüedad, de la imposición y de la dictadura separatista.

En cualquier caso, la abstención suma más voluntades (las referidas 1.838.649), que la suma de votos obtenidos por los considerados netamente separatistas (CiU, ERC y CUP): 1.717.461.

Alguien, quizá, debería meditar sobre ello. Porque la desgana, la apatía o el hartazgo de hoy, no significa la mansedumbre bovina de mañana.

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