Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 12 de abril de 2013

SOBRE LO NATURAL Y LO ACONGOJADO.

O, si ustedes lo prefieren, en la otra versión que ya se imaginan.

Se trata del revuelo organizado en torno a las advertencias de don Sigfrid Soria, a quien El Mundo identifica como miembro de la Ejecutiva del PP canario, del comité regional y de la Junta Directiva Nacional del partido; advertencias de soltarle dos leches -él dijo otra cosa, pero no lo repetiré aquí- a los perroflautas que se acercaran a acosarle, y de que "si algún perroflauta agrediera a alguna de mis hijas..., LE ARRANCO LA CABEZA."

Todo lo cual ha molestado profundamente a los perroflautas, a los acosadores y a los imbéciles que no saben diferenciar entre el culo y las témporas, acaso porque lo primero ya lo tienen perdido y lo segundo no saben qué es.

Ha molestado también a los espíritus sensibles -algún simpático idiota anónimo de ese estilo me ha caído por aquí en ocasiones- que a su juicio estético fían el derecho de sacudir a los demás, o de negarles la palabra. Curiosos adonis de internet que -tal vez por modestia- suelen ocultar, además del nombre, la jeta; pero que consideran que quien no tenga un rostro a su gusto puede ser vapuleado.

Así, algo tan normal como el derecho a defenderse cuando uno es atacado, tan natural como recompensar con generosidad lo que a uno le hacen, o tan legal como no quedarse con lo que no es de uno, ha sido considerado por la perroflautada como provocación, cuando no va más allá del mero aviso.

Pero lo más curioso, es la reacción del PP que, a través de un comunicado, "condena categóricamente" las manifestaciones del señor Soria, afirma que "no representan en modo alguno el pensamiento y la conducta de nuestra organización" y, por si ello fuera poco, anuncia que esas manifestaciones públicas "comportan la separación automática de Sigfrid Soria de cualquier responsabilidad orgánica en el Partido Popular y la apertura inmediata de un expediente disciplinario."

O sea, y para entendernos: que al PP le motiva lo de ser meretriz y poner el lecho, y si alguno de sus miembros -y no sabemos si miembras- tiene un acceso de gallardía, la organización lo suspende de funciones y amenaza con expulsarlo, acaso para que no de lugar a comparaciones con el acongoje general. Porque díganme ustedes si soltarle un soplamocos a quien nos agrede no es lo más natural del mundo; si decirle "aquí me tienes" a quien nos amenaza no es de mera cortesía; si darle dos collejas a quien nos violenta en nuestro derecho no es incluso ejemplo de igualdad y tolerancia a seguir.

Pues parece que, para el PP, no. Para el PP, lo adecuado es acojonarse -inveterada costumbre pepera-, acobardarse, amorcillarse en tablas y dejar que otros den la cara, lo mismo individual que colectivamente. Así, desde el Ministerio del Interior ordenan que la Policía les rodee sus sedes, no sea que los perroflautas, los desahuciados de carrera y cualquiera que pase por allí les quiera dar unos sopapos. Y esto, no me lo negarán ustedes, marca actitudes e incluso aptitudes.

Ya se que yo soy un facha, un totalitario, un intolerante y hasta, si gustan, un energúmeno. Pero no puedo dejar de comparar la docilidad y mansedumbre pepera, con lo que -allá por los años 79 y 80 del pasado siglo- sucedía cuando alguna piara de guarros, hatajo de cabritos, recua de mulos, pretendía -generalmente como fin de festejo etílico y porrero, antecedente del botellón- asaltar la Sede de Fuerza Nueva en Mejía Lequerica, de donde en varias ocasiones hubieron de salir de naja, perdiendo el culo y con el rabo entre las piernas. Los que no se lo dejaran en el camino, quiero decir.

En fin, que siempre ha habido diferencias, y hay gente con una lamentable carencia glandular.

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