Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 18 de mayo de 2011

NO SON CASUALIDADES

Reflexión -como siempre acertada- de mi camarada Arturo Robsy que no me resisto a ofrecerles:

* * * * *

Las tomamos por eso, por coincidencias, pero las casualidades no existen desde Aristóteles. Sabía que todos los hechos de este mundo son Causalidades. Todo procede de una causa y se convierte en causa de otro hecho. Por ejemplo, ¿sin televisores estaríamos en el mismo mundo de acoso a la verdad, o sea, en un universo sucedáneo y falso como la cabra que conduce a las ovejas al matadero? Judas la llaman.

Pero la falsa casualidad que me chocó ayer, pese a conocerla de antiguo, es que en la Plaza de la Lealtad está la Bolsa, con los cuartos que se le escapan hacia bolsillos lejanos.

Unir -de nombre al menos- la lealtad (en origen es "legalidad") con el proceso de evaporación de los bienes, responde a la causalidad: se ha tratado, siempre aquí, del disimulo abyecto, del nombre cambiado que reverdezca lo caduco: esos métodos social-comunistas.

Pero no hay más que volverse a los tiempos de Cristo y a los cuadros de la Última Cena: Judas, ejemplo de lealtad, era el que llevaba la bolsa. Hay una relación milenaria entre el dinero y la traición, entre la bolsa y la deslealtad. Y no es casual, no.

Arturo

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