Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 20 de noviembre de 2018

SOBRE LA ACTUALIDAD.

Repasando lo que escribía el año pasado en este diario, me encuentro con que titulé así la entrada correspondiente a este día, 20 de Noviembre. 20-N, para lo que gusten mandar.

Repasando lo que escribía, me encuentro con que sigue siendo válido línea por línea, palabra por palabra, letra por letra. Me encontré con que la máxima actualidad la sigue protagonizando el Excelentísimo Señor don Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España, que falleció -de muerte natural y en la cama de un hospital de la Seguridad Social que bajo su mandato creara el falangista José Antonio Girón de Velasco- hace 43 años. Cuarenta y tres años; es decir, cuatro más de los que gobernó.

Repasando lo que escribía, me encuentro con que -cada vez más- toda la nomenklatura del sistema sigue viviendo cojonudamente contra Franco. 

Es normal: incapaces de crear, destruyen; incapaces de tener ideas, propagan tópicos; incapaces de pensar, siguen estereotipos. Incapaces de ninguna grandeza, sustancian sus complejos con rencores pequeños, mezquinos.

Longanessi definió el espécimen: no tienen ideas, sino antipatías. Y José Antonio los clasificó: es la hora de los enanos.

Y siendo así, no me queda más remedio que, simplemente, copiar lo que ya decía el año pasado:

* * * * *

Son tan cobardes, tan acomplejados, tan paranoicos, que aún no se han enterado de que el Excelentísimo señor D. Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos, Caudillo de España, falleció de muerte natural en 1975. Siguen con su guerra, con su complejo, con su idiotez, viviendo cojonudamente contra Franco.

Siguen luchando contra el fascismo, contra los fachas de la Falange, los mismos que babean ante los estalinistas pasados por el Caribe, y siguen sin entender -nunca podrán, no les llega su escasa inteligencia- que la única forma decente de vivir, de ser humanos, de ser españoles, es la que anunció José Antonio Primo de Rivera, aquél joven universitario al que las izquierdas asesinaron gracias a las derechas.

Y mientras ellos -izquierdas y derechas, capitalistas y estalinistas (o capitalistas estalinistas, que haylos), tontos y mamarrachos- siguen jugando con sus pactos y componendas, con sus urnas y sus listas y sus votos, con la vida de todos los que se lo toleran, nosotros -los que quedemos- hoy vamos a pronunciar la más bella oración jamás escrita.

Mañana será otro día. Mañana volveremos a llamarle tonto al tonto, ladrón al ladrón, gilipollas al gilipollas; volveremos a llamarle canalla al canalla, sinvergüenza al sinvergüenza, traidor al traidor y cobarde al cobarde, y ya habremos completado el censo de la actualidad.

Hoy, la oración.

* * * * *
Señor:
Acoge con piedad en Tu seno a los que mueren por España, y consérvanos siempre el santo orgullo de que solamente en nuestras filas se muera por España, y de que solamente a nosotros honre el enemigo con sus mejores armas.

Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio, sino por amor; y el último secreto de sus corazones, era la alegría con que fueron a dar sus vidas por la Patria. Ni ellos ni nosotros hemos conseguido jamás entristecernos de rencor, ni odiar al enemigo.

Y Tú sabes, Señor, que todos estos caídos mueren para libertar con su sacrificio generoso a los mismos que les asesinaron; para cimentar con su sangre fértil, las primeras piedras en la reedificación de una Patria libre, fuerte y entera. Ante los cadáveres de nuestros hermanos, a quienes la muerte ha cerrado los ojos antes de ver la luz de la victoria, aparta, Señor, de nuestros oídos, las voces sempiternas de los fariseos, a quienes el misterio de toda redención ciega y entenebrece, y hoy vienen a pedir con vergonzosa indulgencia delitos contra los delitos, y asesinatos por la espalda a los que nos pusimos a combatir de frente.

Tú no nos elegiste para que fuéramos delincuentes contra los delincuentes, sino soldados ejemplares, custodios de valores augustos, números ordenados de una guardia, puesta a servir con honor y con valentía la suprema defensa de una Patria.

Esta ley moral es nuestra fuerza. Con ella venceremos dos veces al enemigo, porque acabaremos por destruir, no sólo su potencia, sino su odio.

A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa, preferimos la derrota. Porque es necesario que mientras cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde, cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y de una moral superior.

Aparta, así, Señor, de nosotros, todo lo que otros quisieran que hiciésemos, y lo que se ha solido hacer en nombre de vencedor impotente de clase, de partido o de secta. Y danos heroísmo para cumplir lo que se ha hecho siempre en nombre de una Patria, en nombre de un Estado futuro, en nombre de una Cristiandad civilizada y civilizadora.

Sólo Tú sabes, con palabra de profecía, para qué deben estar aguzadas las flechas y tendidos los arcos.

Danos ante los hermanos muertos por la Patria, perseverancia en este amor, perseverancia en este valor, perseverancia en este menosprecio hacia las voces farisaicas y oscuras, peores que voces de mujeres necias.

Haz que la sangre de los nuestros, Señor, sea el brote primero de la redención de esta España en la unidad nacional de sus tierras, en la unidad social de sus clases, en la unidad espiritual en el hombre, y entre los hombres.

Y haz también que la victoria final sea en nosotros una entera estrofa española del canto universal de Tu Gloria.

Rafael Sánchez Mazas.

* * * * *

José Antonio Primo de Rivera, ¡Presente!
Francisco Franco, ¡Presente!
Caídos por Dios y por España, ¡Presentes!
¡Arriba España!



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