Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 3 de octubre de 2013

SOBRE LA "ORGANIZACIÓN DE ODIO".

Que es -según informa Alerta Digital- como considera el comunista Llamazares -no perdamos el tiempo ni malgastemos el teclado llamándole señor, puesto que no lo es-, a Alianza Nacional, cuya ilegalización ha pedido a la Fiscalía General del Estado.
 
La Fiscalía General del Estado, como procede en instituciones de su clase y ralea, ha abierto diligencias informativas preprocesales al respecto, y el Gasparín se congratula por ello, como no podía ser menos. A los eunucos carentes de gónadas les suele satisfacer que tiren otros las piedras.
 
Y todo esto, a cuenta de lo que llaman asalto a la librería Blanquerna, también llamado por los periódicos centro cultural, e incluso -véanlo en El País- sede de la Generalitat de Cataluña en Madrid.
 
Bien, vayamos por partes. Que yo sepa, y hasta donde los becarios de la prensa amarilla han garrapateado, en el asalto no se hizo nada en contra de los libros. Hasta donde los acojonados radiotelevisivos han dicho, no se interrumpió ningún recital poético, ninguna representación de tragedia griega ni de bodrio dramoseparatista. Hasta donde yo se, la Institución del Estado español llamada Gobierno de la comunidad autónoma de Cataluña no tiene competencias para establecer ningún tipo de organismo fuera del territorio cuya administración le encomienda el Estado. El español, evidentemente.
 
Por lo tanto, el asalto se produjo cuando en la librería, centro cultural o sede -ilegítima- de un organismo administrativo, se estaba desarrollando un acto de odio a España, y no tuvo más consecuencia que una más o menos leve irritación ocular por el uso de unos aerosoles de defensa personal, de esos que nuestra amada legislación prohíbe, pero que en cambio se venden libremente en multitud de establecimientos legales.
 
Dicho esto, debo añadir que a mí ese ataque me pareció no sólo inútil y -en los términos en que se produjo- fuera de lugar, sino contraproducente. Precisamente porque luego llega un hijoputa, y por una tontería sin consecuencias te monta una ilegalización. Ya puestos -pienso- que sea con motivo.
 
(Ojo, señor fiscal: en la literalidad de lo escrito no le llamo nada a nadie, ni animo a cometer ningún delito. Si usted lo interpreta a su gusto, empiece por explicarnos el motivo de considerar hijoputa a quien suponga, en su opinión, que va dirigido el apelativo, y por contarnos qué actividad podría merecer la pena de meterse en las harinas de su ministerio).
 
Por otro lado, lo mismo Gasparín que el fiscal se columpian peligrosamente. El hecho de que un militante o simpatizante de algún partido cometa una falta -ni siquiera delito- no puede nunca suponer una acción contra ese partido. Caso contrario, el PSOE, el PP, CiU, IU, etcétera, estarían ilegalizados hace años. Por ladrones, principalmente -en tu caso, Gasparito, aún recordamos todos con pelos y señales y televisión casi en directo a tu compinche Sánchez Gordillo robando en un supermercado-; pero también por prevaricadores, por cohechistas, por nepotistas, por discriminación ideológica y religiosa, por racismo, por delitos contra la libertad de expresión, por vandalismo, por proxenetismo, por gamberrismo, por amenazas, por colaboración con banda armada, por golpismo, por fraude electoral, por difamación, por injurias, por exhibición de símbolos anticonstitucionales y -casi no habría ni que decirlo, pero por asegurar- por agresión y por asesinato.
 
Y muestras de todo ello hay en la prensa. No tengo ahora mi archivo a mano, ni tiempo de rebuscar; pero si alguien lo duda le puedo enviar unos cuantos miles de enlaces para que coseche los que prefiera. (Al señor fiscal no; que los busque en las hemerotecas y se gane el sueldo, que para eso le pago).
 
Y después de todo esto -y aunque parezca que me llevo la contraria a mí mismo, cosa que a todos los seres humanos (humanos, digo) nos suele acontecer con frecuencia-, diré que, ya puestos, eso de la ilegalización de nuestros grupos -no pertenezco a ninguno, por lo cual me identifico en mayor o menor parte con todos los que de una u otra manera quieren una España mejor- no estaría mal. Nos obligaría a salir de la división en que nos suicidamos, nos obligaría a buscarnos la vida -y a defenderla-, y a dejarnos de paños calientes.
 
Tú, Gasparín, no sabes lo que estás pidiendo; y el fiscalito de tu cuerda, menos. Yo si, porque sé leer y ejerzo, y casi estoy por sumarme a la petición. Podría ser el principio del fin. Pero del fin vuestro.
 
 

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