Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 5 de abril de 2013

SOBRE LA PREOCUPACION DEL GOBIERNO.

Expresada por el señor ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García Margallo, en el sentido de que -titula El Mundo- 'La imputación de la Infanta no beneficia a la marca España'.

"Lo que pido es que esto se sustancie con rapidez porque, efectivamente, beneficiar no beneficia a la Marca España", ha dicho el ministro, según entrecomilla -luego se supone que es cita textual-, el citado periódico.

Queda claro que para estos liberales capitalistas -como para los liberales socialistas- todo gira en torno a los mercados, a la publicidad, a las ventas, al marketing -y digo marketing porque si escribo mercadotecnia, que es la palabra española, ni los unos ni los otros me van a entender-; y que todo se sustancia en torno a entregar lo que sea, incluso lo más sagrado, al mejor postor.

España es, desde luego, muchas cosas; pero si hay algo que no es, precisamente, es una simple y vulgar marca. Una marca es SEAT, una marca es Iberia, una marca es CAMPSA, una marca es Telefónica; todas ellas marcas españolas, empresas españolas, propiedad de los ciudadanos españoles, que ya fueron vendidas para obtener los cuartos que los diversos gobiernitos -de uno y otro lado- han ido dilapidando en las tres últimas décadas. Acaso lo que ocurre es que ya en España no se produce nada, no se crea nada, no hacemos nada de interés comercial, y lo único que nos queda por vender sea la Patria. Pero, hombre, por lo menos que los ministros tengan el decoro de no decirlo tan claramente.

Ocurre lo mismo con el motivo de la preocupación del gobierno: la imputación de la infanta Cristina en los asuntejos de su marido. Cogemos el rábano por las hojas, pedimos peras al olmo, y confundimos las témporas con salva sea la parte que ya tienen ustedes en mente. Lo que hace daño a la reputación de España, no es que una hija del Jefe del Estado esté imputada como cooperadora necesaria -vulgo cómplice- de las estafas del señor Urdangarin; lo que hace daño a la reputación de España, es que haya tantos urdangarines, tantos bárcenas, tantos blancos, tantos griñanes, tantos pujoles, tantos méndez y tantos tochos, y todos ellos se vayan de rositas, se escuden en inmunidades, e irresponsabilidades, en leguleyismos y en leches.

Lo que hace daño a la reputación de España, es que -siendo evidente que doña Cristina de Borbón no es tonta-, se tarde meses en admitir que algo tendría que ver en los negocios de su cónyuge; lo que hace daño a la reputación de España, es que a un ministro le preocupe el procesamiento, pero no el delito.

Lo que hace daño a la reputación de España, señor García Margallo, es que un ministro de España hable de España como una marca que ponerse o quitarse, según la moda.

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