Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 6 de julio de 2016

SOBRE LA CARA Y EL ESPEJO.


Cuando hace años -muchos, por desgracia- mi buen camarada y respetado amigo Fernando Ibáñez, a la sazón administrador de La Nación, me pidió que colaborase en el proyecto del naciente semanario, no pude comprometerme a una comparecencia habitual. Dirigía por aquél tiempo EJE, y no me consideraba capaz de someterme a la disciplina de una publicación semanal, con plazos de entrega fijos e inaplazables. Sí le ofrecí enviarle artículos cuando buenamente pudiera, y así lo hicimos durante un tiempo.

Un par de años después deje de dirigir EJE, aunque manteniendo mi sección habitual que llevaba el mismo encabezamiento -mi libre opinión- que este blog, y entonces le pedí a Fernando Ibáñez y al director de La Nación, Félix Martialay, lo mismo que ellos me habían ofrecido tiempo atrás: una sección fija. Nos pusimos de acuerdo inmediatamente, como no podía ser menos -porque ellos me daban absoluta libertad para escribir lo que quisiera, y yo no pretendía cobrar un céntimo-, y empecé a calentar motores en busca de un título. 

No hacía mucho -o quizá si, pero lo mantenía fresco- había leído unos versos de Quevedo. A estas alturas no los recuerdo completos -si alguien me los pudiera refrescar le quedaría sumamente reconocido- pero sí aquellos que me dieron la idea: arrojar la cara importa,/ que el espejo no hay de qué.

Era -obviamente- una de las salvajes sátiras de don Francisco, en la que ponía a caldo a cierto imbécil que, descontento con lo que el espejo le mostraba, arrojaba el utensilio. La sección se hubiera titulado el espejo, pero no hubo lugar porque EJE dejó de publicarse, y entonces trasladé mi cabecera habitual a La Nación, donde campeó durante muchos años.

En fin, a lo que voy es al título de cabecera que nunca publiqué: el espejo

Porque ahora salen los catetos del separatismo catalán rasgándose las vestiduras porque les han vuelto a trincar a no se cuantos concejales, a cuenta de la corrupción institucionalizada en el -Maragall dixit- tres por ciento. Se quejan amargamente de que el Ministro del Interior les tiene manía, demonizan a los medios de comunicación que cuentan la noticia, y se victimizan en su intento de hacernos creer que ellos son puros, que es Madrit quien les persigue.

Y uno no tiene por menos que pensar lo que afirmaba Quevedo. El problema no está en que la Policía, la Guardia Civil, los fiscales o los periodistas detengan chorizos o den cuenta de ello. El problema, mamarrachos, está en que sois unos ladrones. Así es que arrojad la cara -o sea: vosotros-, y dejad el espejo en paz.

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