Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 23 de junio de 2015

SOBRE LA ERREJONADA.

O sea: el tweet de don Íñigo Errejón que tanto ha dado que hablar y escribir en los últimos días, generalmente para -disculpen la sinceridad- descojonarse de la presunta empanada mental del autor. Incluido su compadre Pablo Iglesias, que le contestó algo así como que es jodido ser un intelectual. Vamos, que ni el señor Iglesias entendió un pijo.

Sin embargo, pese a la chanza y la incomprensión, la cosa está clara. No es sino una muestra más de la fraseología rimbombante y hueca del comunismo desde la creación de la III Internacional, vieja de casi un siglo. Para progres incultos -dispensen la redundancia-, plumíferos necios, votantes sin ideas pero con antipatías, recomiendo la lectura de, por ejemplo, 1984 de Orwell: o casi mejor en este caso, de Arthur Koestler en sus Memorias, que ofrece una sentencia bien clara e inapelable: La dialéctica marxista es un método que permite a un idiota parecer notablemente inteligente.

Lejos de mi la intención de llamar idiota al señor Errejón. Por el contrario, me parece un listo o, si lo prefieren, un listillo. De esos que piensan que, para parecer intelectuales, lo que tienen que hacer es decir sandeces. Eugenio D'Ors, que además de parecer intelectual lo era, lo explicaba mejor cuando su secretaria entendía a la primera sus greguerías: oscurezcámoslo.

El señor Errejón lo ha oscurecido tanto -y tan lejos, todo sea dicho, de la maestría dorsiana- que ni los suyos le han entendido. Evidentemente, para entender estas gilipolleces y reducirlas al román paladino se necesita cierta capacidad de abstracción, cosa para la que no todo el mundo está dotado, y aún menos los productos de los sucesivos desaguisados deseducativos de los últimos cuarenta años.

Para quienes -bendito plan de estudios del 56 ó del 58, que no recuerdo la fecha exacta- estudiamos filosofía, las leyes de la lógica, el proceso de la abstracción y todas esas cosas que luego consideraron inservibles los nuevos programadores del igualitarismo por abajo -o sea: todos tan tontos como el más tonto-, no supone gran esfuerzo entender al señor Errejón. Un poco si, a qué negarlo, porque uno es normalito. Pero comprendan que después de leer La rebelión de las masas, de don José Ortega y Gasset -por simple gusto, no por obligación académica-, o la Crítica de la razón pura, de Kant -ídem de lienzo- descender al nivel de don Íñigo no cuesta tanto.

Total: que para decir -una salida de pata de banco- que para mangonear -hegemonía- a
sociatas, izquierdohundidos, proetarras y gentuza varia -aliados laterales- hay que tener cuidado de que el núcleo irradiador -Podemos y asimilados- no tire de la cuerda
-tensión- hasta que se rompa, y que hay que admitir a quien sea -apertura-, pero dejando claro quien manda -afirmación-, no hacía falta tanto orujo.

De todas formas, y de fuentes bien informadas, se sabe que don Íñigo Errejón, tras escribir lo que tienen en la foto, descansó.

Luego, tiró de la cadena.

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