Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 10 de mayo de 2019

SOBRE LA DEFUNCIÓN.

Que hoy, al menos por lo que hace a prensa, radio, televisión, tertulias y todo ese etcétera, sólo puede ser la de don Alfredo Pérez Rubalcaba.

Como suele ser habitual en estos casos, el señor Pérez Rubalcaba está siendo elevado a los altares de la democracia, ya que no -salvo opinión en contra de los señores Obispos españoles, que todo pudiera ser- a los eclesiásticos.

Como mis amigos y camaradas saben, jamás he caído en tales aberraciones. Tampoco, como falangista, soy de los que brindan por la defunción natural de un enemigo.

De forma que hoy sólo tengo que recordar un par de cosas: el asuntillo de los GAL, y el golpe de Estado que llevó a Rodríguez Zapatero a La Moncloa con las manifestaciones espontáneas en el día de reflexión tras los atentados del 11-M.

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