Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 1 de septiembre de 2016

SOBRE RAZONES Y SINRAZONES.


Las razones y sinrazones para investir o -lo siento, son las cosas del idioma- desvestir a don Mariano Rajoy.

Las razones que el aspirante aduce para ser nombrado Presidente del Gobierno son obvias: la mayoría de los ciudadanos que han votado lo han elegido a él. Las de los que no quieren que se le nombre, también lo son: los ciudadanos que han votado no le han elegido con la suficiente diferencia de escaños.

Don Pedro Sánchez tiene toda la razón al decir que él no puede traicionar a sus electores permitiendo que gobierne Rajoy. Los votantes socialistas nunca le perdonarían que lo hiciera, y eso lo sabe cualquiera que viva en el mundo real, lejos de las camarillas televisivas y radiofónicas que le piden la abstención para que se forme un Gobierno del PP.

Don Mariano Rajoy tiene, también, toda la razón del mundo para decir que él tiene el trozo más grande del pastel electoral, y que no tendría sentido que el ganador dejase paso libre a los perdedores. Tampoco lo entenderían sus votantes, que quizá -mucho pedir, pero quién sabe- empezasen a pensar de qué les vale votar a un partido que siempre -tal vez esta sea la única verdad que dijo Rodríguez Zapatero- acaba haciendo lo que propone el PSOE, aunque con una o dos décadas de retraso.

Tienen razón todos al decir que el PP es un partido corrupto. Pero todos la pierden por el mero hecho de que los demás también lo son. ¿Cómo puede tener el señor Sánchez la cara dura de llamar corrupto al PP, cuando tiene encausados a dos expresidentes de autonomía, cuando cada día se descubren nuevos latrocinios en los eres, los cursos de formación y cualquier cosa en la que hayan puesto las manos? ¿Cómo puede tener el señor Iglesias la desvergüenza de lanzar piedras contra Rajoy, cuando él tiene a sus espaldas los millones estafados al pueblo venezolano que acabaron el la fundación de la que se nutrió Podemos; cuando tiene entre sus más directos colaboradores a gentes que han percibido emolumentos, ayudas y subvenciones ilegalmente, cobrando por un trabajo que no han hecho y al que ni siquiera han asistido? ¿Cómo puede hablar de pobres oprimidos cuando entre los suyos tienen la desfachatez de no dar de alta en la Seguridad Social a sus trabajadores?

Y don Alberto Rivera, ¿cómo puede hablar de la corrupción del PP, si hace unos meses firmó un acuerdo con el partido de los Eres falsos, de los fondos robados de los cursos y -si nos vamos unas décadas atrás-, de las filesas y malesas, del papel del BOE, de Renfe, de la Cruz Roja, de los fondos reservados y del GAL?

¿Que todo eso es Historia? ¡Pues claro! Pero no soy el que trae a colación la Historia, sino que fue ayer don Pablo Iglesias el que se refirió al PP ganador de las elecciones como un partido fundado por gente que había hecho el saludo romano. ¿Y...? ¿No ha sido el suyo fundado por gente que cierra el puño, bien para agredir, bien para trincar lo que pille? ¿Qué le pasa con el saludo romano y con lo que han hecho las gentes que lo usaron y usamos? ¿Le parece mal la Seguridad Social, que -por mucho que les pese a los ignorantes-, no fue cosa de Felipe capullo, queremos un hijo tuyo? ¿Le parecen mal las pagas extraordinarias? ¿Le parecen mal los pantanos que nos dan de beber? ¿Le parece mal ser una potencia turística, lo único que en cuestión económica queda de los del saludo romano, porque el resto de la herencia ya se la han fundido ustedes, los hijos de papá? ¿Le parecen mal los cientos de miles -acaso millones- de viviendas de protección oficial? Si, esas que ustedes -los rojos de cualquier tono- llaman chabolismo vertical, mientras aplauden con las orejas las soluciones habitacionales de 30 metros cuadrados zapateriles?

Tiene razón, por fin, el señor Rajoy al decir que sólo hay dos salidas: él o terceras elecciones. Al menos mientras Podemos y Ciudadanos sigan decididos a no juntarse, cosa que ya se verá si cambia cuando las encuestas aprieten. 

Porque está claro que, si los partidos políticos obedecen el mandato de los votantes, no puede haber pactos que permitan formar Gobierno. Pero es también evidente que, si los partidos se ponen de acuerdo para formar un Gobierno, están rechazando el mandato de sus electores, y entonces las elecciones no valen para nada.

Por último, queda la pregunta de por qué todos -políticos, periodistas, tertulianos, aficionados- piensan que unas nuevas elecciones es una mala solución? ¿No es ese el tótem de la democracia? ¿No consiste el sistema en el juego de las urnas y las papeletas? 

¿O es que las urnas, las papeletas, los votos, no valen para nada, y lo que verdaderamente cuentan es que los partidos políticos pacten y acuerden cosas? 

Y, entonces ¿para qué los partidos? 

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