Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 23 de diciembre de 2013

SOBRE LA FELICITACION NAVIDEÑA HABITUAL.

Que, como saben los habituales, en mi caso suele ser algo especial.
 
Especial, porque no me da la gana de desearle felices fiestas a nadie. Las fiestas, hoy, son las de litrona, porro y lo que por discreto callo. Estas son Navidades; es decir, la conmemoración de la Natividad de Nuestro Señor; de Dios hecho niño para morir por nosotros en la Cruz.
 
Así puestos, comprenderán que aquí no se felicite -esto es: no se desee feliz Navidad- más que a aquellos a los que en verdad les deseo lo mejor. Que -Dios me perdone, si hay de qué- no son todos ni mucho menos.
 
Aquí se desea una feliz, santa y católica Navidad a los españoles que aman a España, sea cual sea su lugar de residencia, provincia, región, taifa o cantón. Se desea feliz Navidad a los amigos y camaradas que aman a España desde el extranjero, sea cual sea su nacionalidad.
 
Se desea Feliz Navidad a todos aquellos que no votan a los separatistas o a los complacientes con el separatismo; a los que no votan a genocidas o a transigentes con el genocidio de los más inocentes, los no nacidos.
 
Se desea Feliz Navidad a los que no autorizan ni aplauden el mercadeo del trabajo, el mercadeo de la dignidad, el mercadeo de la honradez. A los que no disculpan la corrupción cuando es de los suyos; a los que no trapichean con la vida de los demás ni convierten en un muladar la propia.
 
Y a los demás -separatistas, abortistas, esclavistas, ladrones, sinvergüenzas de toda especie, corruptos, cohechistas, memohistéricos, cabrones con pintas o a rayas...- que les vayan dando.
 
 

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