Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 14 de agosto de 2013

SOBRE GIBRALTAR.

Tema que lleva coleando un par de semanas, y cuya ausencia en este diario habrá sorprendido a mis habituales. No había dicho nada por dos motivos. Uno, que estoy recuperando mis viejos y buenos hábitos de programar, lo que me sumerge en un mundo perfectamente lógico, totalmente racional, absolutamente consecuente. Abismalmente alejado, por tanto, de la porquería cotidiana, de la cotidiana mentira.

Otro -el principal- que no me lo creo, y a continuación me explicaré. 

No me creo que a estas alturas, Rajoy y sus mangarranes sientan la llamada patriótica, ni el recordatorio de la dignidad, ni el peso de la Historia. Menos, aún, que hayan notado que España limita al Sur con la vergüenza de Gibraltar.

No me creo que la enésima afrenta, la enésima provocación, la enésima desfachatez de los llanitos haya colmado ningún vaso.

Y menos aún me creo que este Gobierno -con esta oposición y con estos cabritos aldeanos- vaya a llegar a las últimas consecuencias. Últimas consecuencias que no son bélicas, evidentemente, porque entre otras razones tampoco tenemos con qué. Pero últimas consecuencias que son, en buena lógica, la aplicación rigurosa de la legalidad vigente.

En el tema de Gibraltar hay un tratado internacional y varias resoluciones de la ONU. El Tratado de Utrech prohíbe terminantemente la comunicación por tierra entre el territorio usurpado por Gran Bretaña y el resto de España; las resoluciones de la ONU dejan claro que Gibraltar es un territorio ocupado y colonizado, y recomiendan el establecimiento de negociaciones para determinar la descolonización.

No hay más legalidad vigente al respecto, y la postura lógica del Gobierno español sería aplicarla a rajatabla, lo cual conllevaría el cierre absoluto de la verja, en primer término. Igualmente conllevaría el cierre del espacio aéreo español para aeronaves con destino u origen en Gibraltar, la negativa a dar soporte técnico de control aéreo a las mismas, y la expulsión de las aguas territoriales españolas, puesto que el Tratado de Utrech no se las reconoce a Gibraltar.

No tiene, pues, derecho el gobiernete colonial llanito ni a arrojar bloques de hormigón ahora, ni a arrojar en los pasados meses miles de toneladas de tierra, con el fin de ganar territorio al mar. No tiene derecho a mantener un aeropuerto que está en territorio español, ni a navegar su contrabando por aguas españolas.

Esa es la única política posible: cumplir el Tratado de Utrech, en tanto el Gobierno británico -no el llanito, que no tiene voz, ni voto, ni vela en entierro- no se avenga a negociar la descolonización ordenada por la ONU.

Política acompañada, en lo interior, con la necesaria creación de empleo para todos los españoles que a día de hoy han de pasar a Gibraltar para ganarse un pan que la democracia -no se olvide que cuando se cerró la verja en los años 60 se estableció un Polo de Desarrollo en La Línea- les niega.

Y política acompañada, en lo interior, con la inmediata disolución de partidos que, como ERC -véase El País- muestran su apoyo a los llanitos en contra de España.

¿Va a hacer esto el Gobierno del señor Rajoy? ¿O se la va a envainar si consigue aplacar los escándalos de financiación irregular de su partido? ¿Va a llegar hasta el final, empezando por proteger a los trabajadores españoles de la zona, o los dejará -una vez más- en la estacada cuando ya no le sea rentable mantener la presión? 

Pues ahí tienen el por qué empecé diciendo que no me lo creía.

Publicidad: