Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 27 de septiembre de 2010

SOBRE LA VERACIDAD INFORMATIVA.

Seguramente, todos ustedes han oído en la radio, visto en cualquier televisión, la información de ese desgraciado accidente en el que han fallecido dos ciclistas y han resultado heridos varios más. Todos ustedes sabrán ya que el conductor causante del atropello mortal carecía de carnet de conducir y de seguro del vehículo.
Lo que -al menos yo- no sabía hasta leerlo en Minuto Digital, es que el referido causante del accidente es un inmigrante nigeriano, porque ese dato se ha ocultado en todos los demás medios.
Que no es que para mí tenga importancia, porque el delincuente lo es independientemente de su nacionalidad; pero para ellos -los ocultadores- si parece tenerla.

SOBRE EL OMBLIGO GARZÓN.

Sin preposición, porque no me refiero a los vestigios umbilicales de don Baltasar, sino a su creencia de serlo del ancho mundo.
Sabido es que el señor Garzón tiene un muy buen concepto de sí mismo. Ignoro si gozó de abuela en sus años jóvenes, pero el hecho es que se comporta como si no la hubiera tenido. O acaso sus abuelas eran mujeres de pro, y le dieron más bien ganados capones que inmerecidos elogios.
El caso es que don Baltasar, sobre tenerse por el ombligo del mundo, no sólo afirma que piensa defenderse de "lo que le está sucediendo", sino que además no lo considera "siquiera digno y justo" -según dice El Mundo-, y añade que "resulta paradójico que cuando se decide juzgar esos hechos se juzgue al juez que pretendía hacerlo".
Además de la evidente falta de modestia, concurre en el señor Garzón una similar falta de memoria. Memoria real, de la de acordarse de lo ocurrido, no de la histérica, que de esa va sobrado. Le falta memoria para acordarse de que a él nadie le ha empapelado por pretender juzgar unos presuntos hechos, sino porque esos hechos no eran enjuiciables legalmente. Porque había, incluso, jurisprudencia en tal sentido: la sentada por el propio Garzón, en el caso de los asesinatos de Santiago Carrillo en Paracuellos del Jarama.
También, al parecer, le falta memoria para saber que, además, está enjuiciado por otros asuntillos relacionados con ciertos dineros que se olvidó de declarar, o que cobró indebidamente, o que podrían ser considerados cohecho; y que, en consecuencia, igualmente podría haber sombras de prevaricación en nada relacionadas con los presuntos crímenes que él y cuatro gilipollas más achacan al franquismo, sino con banqueros imputados por ciertos delitos de los que salieron de rositas. Por si ello fuera poco, también dijo don Baltasar que -entre otras cosas-, "es injusto que haya atentados terroristas y que no se proteja a las víctimas ni se persiga a los terroristas"
Vaya, señor Garzón, qué pena que no pensara usted lo mismo cuando se olvidó en sus cajones -por favor, léase bien- el sumario del caso Faisán.
Y de todo ello la culpa es de la ultraderecha, claro. Pues mire, don Baltasar: yo no soy de ultraderecha; soy Nacionalsindicalista, que es muy diferente pero que, para su necedad, será parecido, porque eso es lo que tienen los cenutrios de ideas cortas y remachadas al tópico, que no distinguen. Y como nacionalsindicalista, le juro que no he sido yo quien le ha influido para que instruya rematadamente mal casi todos los sumarios que le han caído en suerte, o en mano; tan rematadamente mal, que los jueces que entendieron posteriormente de los casos, lo dijeron en la sentencia.
Que no he sido quien le dejó sin Ministerio aquella vez que le sentó a usted tan mal, que del berrinche se puso a destapar los GAL, aunque sin los necesarios arrestos de llegar a la "X."
No soy quien le ha inclinado a dejar en libertad a Díez Usabiaga para que cuide a su señora madre, aunque ni siquiera va a verla, y ello después de haberle acusado tres meses antes; no soy quien le aconsejó cobrar conferencias en dinero negro, ni pedir dinero a empresas privadas para sus cursos; no soy el que le ha distraído para que se le pasen los plazos y deje en libertad narcotraficantes; ni le he influido para que utilice a sus escoltas para sacarle las castañas del fuego a su hijo cuando conducía borracho...
En fin, don Baltasar, que ya será menos la "ultraderecha", y más su necedad, su egolatría, su narcisismo, su soberbia y su arrogancia las que le han llevado a donde está. O tal vez todo se explica por el foro donde hace sus declaraciones, que ha sido en la quinta edición de Hay Festival, encuentro literario que se celebra en Segovia.
Acabáramos, señor Garzón: que lo que usted quiere es pasarse a la literatura, y ha empezado por una novela truculenta, nada sorprendente y algo pastosa.

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