Los mil cachorros sueltos del león español que cantó 
el nicaragüense Rubén Darío, y que se han reencarnado en la Colombia que rechazó 
el pasado domingo la claudicación frente al narcoterrorismo.
Uno intenta trasladar la situación a la España que aplaudió con 
las orejas y a cuatro patas, en el parlamento y en la calle y en la prensa, la 
rendición de Zapatero frente a ETA; ese señor Zapatero al que, en su frente 
circunfleja, habría que inscribir la leyenda como sea, que fue su 
guía.
Uno lo intenta, y no consigue mantener 
la esperanza de que, de haberse producido una consulta similar en España, el 
resultado hubiera sido parejo al colombiano. Uno se pregunta qué inmensa mayoría 
de borregos -ETA, escucha/aquí tienes mi nuca; manos 
blancas de rendición- hubiera obtenido la claudicación del Estado frente 
al crimen organizado.
Y uno tiene que 
felicitarse de que, pese a que en España el león se haya convertido en minino de 
compañía -castrado y somnoliento-, aún queden miles de cachorros del león español  -esos que anteponen la dignidad al pesebre- sueltos en las 
tierras hermanas de América.



