Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 4 de octubre de 2016

SOBRE LOS CACHORROS SUELTOS.


Los mil cachorros sueltos del león español que cantó el nicaragüense Rubén Darío, y que se han reencarnado en la Colombia que rechazó el pasado domingo la claudicación frente al narcoterrorismo.

Uno intenta trasladar la situación a la España que aplaudió con las orejas y a cuatro patas, en el parlamento y en la calle y en la prensa, la rendición de Zapatero frente a ETA; ese señor Zapatero al que, en su frente circunfleja, habría que inscribir la leyenda como sea, que fue su guía.

Uno lo intenta, y no consigue mantener la esperanza de que, de haberse producido una consulta similar en España, el resultado hubiera sido parejo al colombiano. Uno se pregunta qué inmensa mayoría de borregos -ETA, escucha/aquí tienes mi nuca; manos blancas de rendición- hubiera obtenido la claudicación del Estado frente al crimen organizado.

Y uno tiene que felicitarse de que, pese a que en España el león se haya convertido en minino de compañía -castrado y somnoliento-, aún queden miles de cachorros del león español  -esos que anteponen la dignidad al pesebre- sueltos en las tierras hermanas de América.


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