Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 9 de noviembre de 2009

SOBRE EL MURO.

Aviso al Sr. Rodríguez Zapatero, a las señoritas -o lo que sean- Fernández de la Vega, Pajín y Aido; a los señores -o lo que sean- Llamazares, Lara, Anguita -que aún colea-, y rojos en general, Bermejo incluído:

Ha caído el Muro de Berlín.

Lo cual, dando por supuesto que a mí, por facha, no me iban a creer, documento con las informaciones y comentarios de 20 Minutos, ADN, El Imparcial, El País (que ya es decir), La Gaceta, e incluso Público, quien lo iba a decir.
Al señor Rodríguez, que debe estar al corriente porque tiene la desfachatez de comparar la caída del Muro de Berlín con la muerte de Franco, habrá que dedicarle un parrafito.
Parrafito para decirle al pobre eunuco, que el Muro debía tener unos miles de toneladas de hormigón, tenía muchas ametralladoras, y tenía muchos tanques para defenderlo. Tenía la complicidad de aquél señor Kennedy que no se tomó la molestia de suspender sus vacaciones cuando los rojos lo empezaron a construir. Tenía el desinterés general de un mundo llamado occidental y libre, al que no le parecía mal la destrucción de Alemania o, cuando menos, tener una versión domesticada y esclavizada.
Franco, habida cuenta de que eran antifranquistas sus ministros -Suárez, Fraga-, su sucesor -Juan Carlos I-, y todo el populacho que se convirtió en antifranquista a partir del 20 de noviembre de 1975, era un hombre solo, anciano, enfermo. Y pudo con todos vosotros, cabrones.

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