Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 31 de enero de 2011

SOBRE EL MONARQUISMO DE "EL PLURAL".

Parece mentira, pero no lo es. El Plural -más tebeo que periódico, motivo por el cual suelo mirarlo a diario-, se despepita en una loa monárquica y juancarlista que ni el ABC en sus pasados tiempos.
Tras el panegírico a la neutralidad constitucional del rey, la acusación de que los que preferimos una República desde lados diferentes al comunismo segundorepublicano, lo que queremos es una república mussoliniana que con una democrática.
Estos monolíticos plurales no pierden ocasión de mostrar su necedad -etimológicamente, dicho sea para bienhablados, carencia de conocimiento- porque Mussolini fue, salvo los últimos tiempos y tras la traición monárquica, jefe del Gobierno del Rey Víctor Manuel de Saboya.
Los que sin ser lo suficientemente tontos para ser rojos somos republicanos, lo somos de la República Nacionalsindicalista, que ya implantaremos un día de estos, cuando nos cansemos de discutir con los iguales.
La otra República -la Segunda-, es la de los rojos, tan trasnochada como sus partidarios actuales. Y como este Plural, tan gracioso, que oscila entre el segundorepublicanismo y la monarquía juancarlista, con tal de atacar a lo que llaman la caverna, ahí es nada, que esto lo digan los que se quedaron en 1931.
Es lo que tiene ser "anti": que -como dijera Longanessi- no tienen ideas, sino antipatías, de manera que si lo que ellos llaman caverna dice blanco, ellos forzosamente dirán negro, sin perjuicio de haber presumido de rojos. No saben, los pobres, qué leche son; sólo saben que se oponen.
Y se oponen, sobre todo, a Franco; olé sus cojones, que sólo han esperado a que lleve muerto 35 años. Así, ellos son monárquicos hoy porque ven al Rey a mucha distancia de la acción política que no gusta a aquellos que aún le ven como un garante de supuestos valores tradicionales que, en este entorno mediático y político, se consideran esenciales a un alma española que tiene mucho que ver con aquella que se impartía en los libros de Formación del Espíritu Nacional durante el franquismo.
Bueno, pluralillos míos: puestos a sacar a Franco -que sois vosotros los que no podéis vivir sin él- lo que yo recordaría es aquél juramento de fidelidad a los Principios del Movimiento y a las Leyes Fundamentales.

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