Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 11 de marzo de 2012

SOBRE EL ALBOROTO Y LA FECHA.

Son muchas las voces que se han mostrado insatisfechas porque los sindicatos hayan elegido el aniversario del 11-M para manifestarse. Casi todo el mundo, salvo -evidentemente- los sindicatos y esa asociación de víctimas elitista y exclusivista, dirigida por una señora -sindicalista antes que madre, al parecer- que se ha ido del bracito con los cocos y los ugetos a pedir que no se investigue más aquél atentado.

No vaya a ser -digo yo- que nos enteremos de qué pasó, quien fue el autor intelectual de los crímenes, y qué objetivo perseguían, aparte de matar. Porque siempre se mata por algo y para algo, salvo caso de insania; y podría acontecer que aquél golpe de Estado de los días 12 y 13 de marzo no hubiera sido oportunidad casual, cogida al vuelo. Ya ustedes me entienden; y si no me entienden, no se lo puedo explicar mejor, porque en esta democracia sólo pueden hablar los que tienen permitido organizar manifestaciones espontáneas.

Bien, a lo que iba: a mi no me ha extrañado en absoluto la elección de este día. Los sindicatos -estos sindicatos- son lo que son; lo que siempre han sido. La UGT es, desde su creación, la correa de transmisión del PSOE; CC.OO es, desde que sus iniciales creadores de la HOAC confundieron el culo con las témporas, correa de transmisión del PCE.

Ambos sindicatos hacen su bandera de la más que trasnochada lucha de clases. Son retrógrados, anclados a los comienzos del siglo XX, incluso finales del XIX; son nostálgicos. Nostálgicos, además, del paraíso comunista soviético; ese que se cayó solo, por simple putrefacción. Pero es que estos sindicatos -salvando a todos los sindicalistas de buena fe que pueda haber, porque aquí se habla de las organizaciones- son pútridos. No haría falta más razón que la por ellos mismos expresada, comparando el aniversario de un atentado que costó cerca de 200 vidas con un partido de fútbol. Así son.

Son así, y cuando sus amos les ponen el bozal callan de buena gana -siete años de discreto silencio han observado-, y cuando el enemigo -porque no es adversario, sino enemigo, desde su óptica guerracivilista heredada de los años 30 del pasado siglo-, hace algo, ahí están las calles llenas de banderillas de la IIª República, vueltos al primer tercio del siglo XX en un túnel de la Historia que nos lleva a repetir lo mismo, porque los mismos sinvergüenzas sojuzgan al sufrido pueblo español. Los mismos sinvergüenzas desde los sindicatos de clase -mala- y desde el Gobierno vendido al extranjero y a las apariencias.

Y no es que a mi me parezca bien esa reforma laboral, que destruye los últimos cimientos de la sociedad más justa, más libre, más humana, que una vez tuvimos. No es que me guste que cada día que pasa el trabajo sea más una simple mercancía, lo único que tienen que vender los desheredados a los poderosos. No es que me guste que el trabajo deje de ser un timbre de honor para ser una esclavitud por horas. Pero es que con estos sindicatos, ¿quien coño en su sano juicio va a ir a ningún sitio?

¿Quien va a ir a ningún sitio con unos sindicatos y unos sindicalistas decimonónicos, espesos, nostálgicos, inmovilistas, reaccionarios y anticonstitucionales?

Y miren, ahórrense las críticas por llamarles estas cosas, porque ahí les dejo un video -pulsen sobre la imágen para ir a mi almacén- que lo demuestra: el de un cavernícola, ataviado con una banderilla preconstitucional y nostálgica, que carga contra la reportera de Intereconomía berreando que él es sindicalista y no tiene reloj de oro, y que ya verás -le cuenta a su compañera igualmente antediluviana- cómo esto no lo ponen. Y sin enterarse, el cenutrio, de que estaba en antena y en directo.

Es que son de chiste. Y de vergüenza ajena. ¿Y estos nos van a defender?

Por lo demás, la fecha es lógica: se trata de reverdecer viejos laureles de cambios de gobiernos a golpe de manifa espontánea. Los muertos son lo de menos. Y a la decencia no se la espera.

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