Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 18 de abril de 2012

SOBRE LA ENSEÑANZA "DE LOS 70".

Así dicen los señores profesores que será la enseñanza con las reformas del ministro Wert: como la de los años 70. Lo dicen porque habrá más alumnos por aula; tantos como cerca de cuarenta, ¡qué horror!.

A la vista de esta enormidad, he recordado mis años de colegio e Instituto: precisamente en los primeros años 70. En el 76 entré en la Universidad -a la par que en la memocracia- y ya fue otro mundo, en el que habitualmente lo que se estudiaba era la solidaridad con los compañeros del metal.

No recuerdo con desagrado mis años de colegio e Instituto, y no precisamente porque cualquier tiempo pasado fuese mejor aunque, a decir verdad, Jorge Manrique tenía -cuando menos para este periodo- más razón que un santo.

Recuerdo que los profesores enseñaban y los estudiantes aprendíamos. Cada cual según su capacidad y su voluntad, evidentemente; pero aprendíamos. Recuerdo que pese a haber tantísimos alumnos -cerca de cuarenta, ¡qué exageración!- los profesores conocían a cada uno, sabían las capacidades de cada uno, motivaban a cada cual de la forma más efectiva para hacerle lograr su mejor rendimiento, y conseguían que todo el mundo -todo el mundo- saliera del Instituto o colegio con una base suficiente para andar por la vida.

Lo que se de Historia, de Filosofía, de Literatura, de Física, Química o Matemáticas, lo aprendí en el Bachiller -según la opinión de hoy, masificado- de los años 70. Indudablemente podría -debería- saber mucho más. También eso lo aprendí: que siempre hay posibilidad de seguir aprendiendo, de seguir investigando, de seguir evolucionando; que nunca se alcanza el límite del aprendizaje, que nadie lo sabe todo, y que el más sabio es -con Sócrates- el que sabe que no sabe nada.

Hablo de lo que conozco y, obviamente, conozco mejor mi peripecia personal que la de otros. No obstante, todos mis amigos, conocidos, compañeros de la época -incluso los más negados o mas reacios al estudio- darían sopas con honda a la multitud de cenutrios que fabrican en serie en los actuales, y tan individualizados, centros de enseñanza.

Por supuesto, no pretendo insinuar que la masificación sea la panacea. La solución al enorme fracaso de la enseñanza española no está en la cantidad sino en la calidad. Y si alguien piensa que la calidad de la enseñanza consiste en tener menos alumnos que jueguen con el móvil en clase, o tener pocos alumnos que manejen ordenadores pero no aprendan el orden alfabético, vamos de cráneo.

Exactamente como vamos desde hace décadas.

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