Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 19 de diciembre de 2014

SOBRE LAS INJERENCIAS DEL SUPREMO.

Si, de esos señores jueces -o juezas, o juezos- que se quejan de que el Gobierno se entromete en su corralito porque critica las decisiones de los investidos de puñetas.

Por supuesto, no voy a negar que el Gobierno -este, el anterior, el próximo- haga con los jueces mangas y capirotes, nombrando a través de los partidos a los suyos, a los jueces políticos.

Pero díganme si, injerencia por injerencia, no es mucho más grave la injerencia de los jueces en la Justicia. La de verdad, la auténtica; la que nada tiene que ver con las triquiñuelas de leguleyos, más afines al criminal que a la víctima.

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