Lo siento, palabra; lo siento, porque siempre que
hablo/escribo de estos temas me meto en un berenjenal, y además no son asuntos
en los que me considere debidamente preparado. Pero callarme sería, a mi modo
de ver, sobre cobarde, hipócrita.
El cura Paco -por si aún no se lo imaginan- es el señor
Bergoglio, aquél jesuita que los Cardenales fueron a buscar al fin del mundo,
quizá porque más cerca era imposible encontrar a alguien así. Los brazos
abiertos, son los que muestra hacia los divorciados vueltos a casar, a los que
-véase en El
País- les dice que no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que
pueden vivir y madurar como miembros activos de la Iglesia, y que ya no
es posible decir que todos los que se encuentran en una situación así llamada
irregular viven en pecado mortal, porque nadie puede ser condenado para
siempre.
Y -siempre según El País- añade: No me refiero sólo a los
divorciados en nueva unión, sino a todos, en cualquier situación en que se
encuentren. Es mezquino
detenerse solo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley
o norma general. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser
una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor.
No se si los divorciados vueltos a casar caen en la
excomunión automáticamente o no; lo que si se es que -si no hay por medio
nulidad matrimonial- el divorciado vuelto a casar vive en adulterio. Si esto no
es un pecado mortal, no se qué podrá serlo. Y la situación, no es que sea llamada
irregular; es que lo es.
El confesionario no debe ser una sala de tortura,
evidentemente; debe ser -dicho desde mi ignorancia, conste- el lugar donde el
sacerdote orienta a quien haya ido a él para que encuentre el camino de Dios.
No se si será mezquino considerar si el obrar de una
persona responde o no a una ley o norma genera"; pero creo recordar
algo acerca de los Mandamientos, que al señor Bergoglio le deben sonar incluso
más que a mí.
Y nadie puede ser condenado para siempre; pero también
creo recordar algo acerca de que para el perdón de los pecados era condición
indispensable el arrepentimiento y el propósito de enmienda.
Todo ello, lo repito, desde mi escaso conocimiento de la
teología. Y mi aún menor conocimiento de las reglas del márqueting para
aumentar clientela que emplean las multinacionales que ofrecen al cliente lo
que este quiere comprar.