Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 14 de febrero de 2014

ABORTIVOS ABORTOS DEL CONGRESO (por Arturo Robsy).

Todos sabemos que los Demagogos jefes de partido intentan usar su poco entrenada inteligencia para que  los de la plebe media nos distraigamos de su crisis y de sus malas expectativas electorales. Elecciones a dedo, que se debiera decir.

Sabemos, eso sí, que entre el aborto vigente, segundo del Psoe, y el que manipulan la Villalobos y Gallardón, puede haber, con suerte, la diferencia de una aspirina, pues dejan lo demás a la decisión femenina y a la habilidad de los matarifes de las clínicas o mataderos de nonatos. Que venden, además, la pasta de fetos a compañías de potingues de belleza. De las entrañas de la mujer a los rostros de las mismas se podrá decir un día.

Sobre esto escribí ayer, a media tarde, un mensaje a mi amigo y camarada, más fino escritor, que se explica con la finura de una flecha, o de cinco: Rafael C. Estremera, sito en Madrid. Pero al borde de las once nocturnas, pude oír en el Gato al Agua lo que ha sido inédito en prensa y tele, y parlamentos y hasta en Cataluña en todos los años anteriores: se mencionaron claramente los derechos del padre. Esos derechos que nadie reconoce, aplastados por el deseo mortífero de la mujer en la clínica.

O sea que las chicas matan 110.000 hijos de hombre, dado que, desde mórula, los niños por venir se hacen a medias y a medias se debieran resolver. De lo contrario la mitad de la cópula adquiere el derecho de asesinar a los hijos del hombre, con lo cual me refiero al que se llamó El Hijo del Hombre en Palestina que, de ser ahora, quizá no hubiera nacido.

Lo bueno fue eso de oír por primera vez en una tele que los hijos son parte del varón, porque hasta ahora todo hacía pensar en la partenogénesis, o sea que las benditas  mujeres quedaban preñadas sin intervención del varón y, de paso, eran propietarias del hijo a cuestas, sin que ninguna moral lícita acepte que los padres, o padras, son dueños del hijo antes, durante y después del aborto.

Es posible que el Gato al Agua dijera ayer todo esto tan de biología elemental pero tan silenciado porque andaba medio apagada y medio devorada por las dos teles poderosas y algo tenía que decir, muy en serio, para recuperar el interés de los despellejadores de Antena 3 y de Tele 5. Las previsibles rabietas de Liberales (no conservadores) y de rojos generales pondrán a Intereconomía en el candelero o candelabro, porque ayer emitía puramente a candil.

No obstante ya se ha dicho que eso sucedió a las once nocturnas, aunque todos los presentes, de pronto, parecieron conocer la argumentación a favor de los ignorados y aplastados derechos del padre.

Antes, a media tarde, sin saber nada de lo que venía por cable o por onda, remití a mi amigo y camarada Rafael C. Estremera el mensaje que copio a continuación no sea que Intereconomía presuma de primicia, puesto que mi mensaje también corrió por el hiperespacio, que es público a veces. El citado mensaje advertía, además, que con aborto sólo en manos de un sexo se incumplen la obligada igualdad constitucional entre varones y hembras, los derechos humanos nacidos de manos norteamericanas y silenciosas hasta hoy, y se comete repetidamente un sucio pecado de lesa constitución española y, por tanto, de falta de la hoy tan mencionada democracia, cuyo concepto sólo se repitió más en 1979, en que hasta los variados comunistas y comunistones resultaron ser más demócratas que nadie.

Y aquí va el mensaje propio:

"Ahora ando calentando motores para decir, con cierta gracia o con cierta seriedad, que, ya que somos iguales hombres y mujeres, especialmente ante la ley, la primera ley del aborto y esta segunda en uso, más la que amenaza con venir, son anticonstitucionales: Nadie habla de los padres del nasciturus, de los hombres, porque son la mitad del niño asesinado y no se les consulta ni pueden opinar cuando una putángana decide matarles el hijo mediante un asesinato legal. Parlamento y Estado asesinos. O sea: un gobierno que permite matar a los fetos que sólo pueden resultar niños, humanitos, es un gobierno asesino, ya autorice la mortandad de palabra o convertida en ley ilegítima. Y no veo bien ni obedecer ni pagar a asesinos, aunque ya se haya experimentado con la ETA.

Una matanza semejante no la hicieron ni los especialistas históricos, desde Herodes el Grande pero puro aficionado, a Lenin, Stalin, Mao y, por resumir, Pol Pot

Ni un partido, ni un medio, ni un cura bobo trata de defender al varón, que es la mitad del asunto en la concepción ( y en anunciar a una mujer predispuesta por capricho hormonal) y nadie con testosterona puede  dar o no el mátese a su hijo sin consecuencias penales. Si matan las futuras mamás a cien mil cachorros hay cien mil padres a los que han asesinado a cien mil hijos sin preguntarles para que cien mil asesinos ganen dinero ensangrentado. Y sin que puedan esperar que se les haga justicia. Ni los Cien Mil Hijos de San Luis. Ni siquiera existe la obligación legal de comunicar nada al futuro padre.

Claro que eso, movido por la mujer que  miente siempre sobre su útero o su coño y por la reconocida y cananea ambición de los abogados, acabaría siendo otro modo de extraer pasta al docilísimo varón. Que si zurra a la asesina comete delito y gana cárcel.

O sea el negocio de la matanza que enriquece a clínicas y permite a los gobiernos disponer de mayores ingresos con los impuestos. Creo que el aborto lleva IVA, como la tonta píldora del Día Después. O sea, ¿después de qué? Tan rico es el idioma para nombrar ciertos actos pero parece que nadie se atreve a usarlos. En lo  antiguo de la lengua los muy finos usaron  Hoder y aún se entiende la palabra en ausencia de su tradicional Jota."

Arturo Robsy (que exige derechos generales lógicos, en este caso verdaderos "derechos del hombre", que tan poco defiende la ONU.)

Todos, salvo los asesinos leguleyos, hemos sido mórulas. Hasta Rajoy que, desde entonces, ha engordado lo suyo.

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