Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 15 de septiembre de 2012

SOBRE EL CABREO CON RAJOY.

Mi camarada Eloy se hace eco en su Trinchera -véanlo si son tan amables- de la mala leche que llevan puesta los votantes peperos a cuenta de las medidas del Gobierno de Rajoy. Dice una gran verdad -como siempre- con respecto a los que pensaban que bastaría que don Mariano se aposentase en La Moncloa para que todo fuera leche y miel, y sobre los culpables de esta situación.

Pero, por mi parte, pienso que si el cabreo de los fieles votantes peperos -los que llevan al pajarraco tatuado en el anca- viene por ahí, el cabreo de los que aún usamos la cabeza para algo procede de otras cosas.

Vean una parte del comentario de mi camarada Eloy y luego, si gustan, vean mi respuesta:

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Y, como eso no ha sido de esa manera, ha comenzado a soplar un mal aire, que va convirtiendo la alegría de los votantes del PP, en algo muy parecido a un velatorio de tercera división. Las rosas han sacado sus espinas, las que siempre tuvieron y los cándidos votantes peperinos, no comprenden lo que está pasando y, claro, como de por sí la gente no tiene costumbre de utilizar la inteligencia, no admite que las dificultades económicas de España son producto de la deuda tan enorme que anteriores gobiernos fueron coleccionando, y que ahora, entre todos, menos la familia real; los banqueros; los grandes empresarios y los políticos, tenemos que pagar a los prestamistas extranjeros.

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Sólo los tontos -que ya sabemos que si volaran no se vería nunca el sol- podían pensar que Rajoy iba a solucionar la situación en un momento. Sólo un tonto como él podía afirmarlo, como hizo.

Pero el motivo del cabreo con el PP -amén del número infinito de tontos- es otro. Al menos, para los que tenemos la cabeza para algo más que lucir la calva.

El motivo del cabreo es porque Rajoy está -una vez más- parcheando. Subir el IVA es un parche -pan para hoy y hambre para mañana- porque reducirá el consumo. Subir el IRPF es -además de una bajada de sueldo encubierta- un parche, porque también reducirá el consumo. Ambas cosas traerán más cierres de empresas, más paro.

Pedir un rescate para la Banca, y obligar -porque cuando un Gobierno insinúa se hace orden- a que los bancos nutran el fondo de rescate autonómico, es hundir cualquier posibilidad de que los bancos financien la creación de nuevas empresas, y cerrar el círculo del absurdo.

Quitarle vacaciones a los funcionarios es -más que un parche- una iniquidad. Porque lo hace por pura maldad, simplemente por hacer daño, por arrojar carnaza al populacho. Él -como Ministro de Administraciones Públicas que fue- sabe perfectamente que cuando un funcionario se va de vacaciones, si su trabajo no es urgente, se queda esperándole a la vuelta; si es urgente, lo hace un compañero. Y que cuando este segundo se vaya de vacaciones, será el primero el que cubra su puesto. En ningún caso se contrata personal para cubrir vacaciones, luego los permisos no producen ningún gasto. Permisos que, por cierto, no son una concesión graciosa, sino la contraprestación a infinitas pérdidas de poder adquisitivo a lo largo de décadas.

Todo lo hecho por el Gobierno de Rajoy son parches, porque el gasto auténtico, la parte del león, es la del despilfarro autonómico y municipal, y las subvenciones a partidos, sindicatos, patronales, vagos y maleantes varios y despiporres en el extranjero. Y eso no lo ha tocado ni lo va a tocar.

Por eso estamos cabreados con Rajoy los que usamos la cabeza para algo más que criar -poco- pelo. Por todo esto y por tantas otras cosas que sus electores esperaban, como la EpC -que el señor Wert ha dejado como estaba en los peores aspectos-; la connivencia con el terrorismo -tú mismo lo señalas-; el aborto que Gallardón, en el fondo, mantiene en la misma situación o incluso la empeora; la cobardía ante la insolencia separatista, pese a tener mayoría absoluta y no necesitar sus votos para nada...

Cosas todas ellas en las que a mí -y seguramente a tí- Rajoy no me ha engañado, porque ya se veía venir. Lo peor, es que la gente que hoy se siente cabreada con el PP, cuando toquen a votar seguirá votándole. Será cómplice, una vez más, porque carece de la inteligencia, la gallardía, el orgullo o -simple y llanamente- los santos cojones de votar lo que realmente quieren.

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