No vi ayer la mascarada de apertura de los juegos olímpicos mas que a saltos. No vi, por tanto -en uno de esos saltos-, el paseíllo de la delegación española.
Hoy me encuentro la foto, en la que -bajo la bandera actual de España, que no lleva el escudo que a mi me gustaría, pero que sigue siendo la bandera de España- figura la palabra Spain.
Y miren, podría incluso entender que hubieran escrito Espagne, en el idioma del país donde se celebraba la ceremonia y se celebrarán las pruebas. Pero ¿Spain?
Y esto, evidentemente, sin que ninguno de los, las y les participantos se negara a subir a ese barco, se negara a desfilar -más bien hacer el canelo- bajo ese cartel anglófono. Sin que ninguna autoridad española dijera que ya podían ir haciendo otro cartel y metiéndose ese por el camino recto, y menos aún retirando la participación española en el acto. Y, si me apuran, en los juegos.
Es el primer español, desde Cortés, que no ha hecho el ridículo en Méjico -dijo en aquella ocasión un hombre enemigo, Prieto, que estaba allí.
Otros tiempos, otros hombres. Y -a mi modo de ver- mejores.