Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 9 de junio de 2009

SOBRE LA DECEPCION.

Decepción, no por los resultados electorales, sino por los partidos presentados. Me explico:
No me decepciona lo que ha salido de las urnas, por varios motivos. Primero, el que comentaba ayer: en lo que antaño fuera España se ha instalado un pueblo de mierda, digno de lo que tiene y de lo que le va a caer encima. Un pueblo que no merece ningún sacrificio, por mucho que Franco dijese que servir a la Patria siempre merece la pena.
Segundo, porque hace ya muchos años aprendí que de las urnas no ha de salir nuestra España. Lo aprendí -todo sea dicho- allá por 1977, porque durante mis estudios de Bachiller jamás me lo enseñaron en aquella asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, que ahora quieren comparar con el adoctrinamiento de la Educación para la Ciudadanía. Lo cual es mentira. Así, con todas sus letras, en mayúsculas -sin que signifique gritar, aunque tampoco me opongo al berrido- y con negrita para que resalte: ¡MENTIRA!.
Conocí a José Antonio, a Ramiro, a Onésimo, a Julio y sus cojonudos hallazgos sobre la vergüenza de Gibraltar y la misión de destino en lo universal, gracias a Fuerza Nueva, y porque me dio la gana; no por ningún adoctrinamiento ni lavado de cerebro del Régimen.
Aprendí, decía, que no ha de salir de las urnas nuestra España, y que si nos ponemos en plan tonto con las urnitas, su mejor destino es el ser rotas. No me decepciona, por tanto, el resultado electoral, ni que AES -mi opción como ustedes saben sobradamente- se haya quedado en algo menos de veinte mil sufragios.
La casi ininteligible confección de la web del Ministerio del Interior ha inducido a Apañó -véanse los comentarios a la entrada de ayer- al error que señala Maderal: AES no ha doblado sus votos respecto a las ultimas europeas, a las que no se presentó. Sin embargo, AES ha doblado -más o menos- los votos obtenidos en Madrid con respecto a las últimas generales. Acaso la carencia de auténtica democracia y de verdadera libertad se traduce, como indica Antón en otro comentario, en el miedo a elegir lo que uno quiere, por miedo a que los estalinistas de izquierda y derecha lo descubran. Posición que puedo comprender, a pesar de que mi condición de exhibicionista político me lleve a significarme sin problema y con la cabeza muy alta.
Los resultados, sin embargo, hablan claro; y malo será que no los escuchen quienes tengan oídos para oír y oportunidad para actuar. Con los datos prácticamente definitivos -a falta de resolver las reclamaciones que haya habido- del Ministerio del Interior, AES ha obtenido 19.678 votos; DN, 10.071; FE-JONS, 10.032; FN, 9.431. En conjunto -no se si se presentaba algún otro grupo nacional- 49.212 sufragios, repartidos en cuatro candidaturas.
Algo menos de cincuenta mil votos no hubieran sido suficientes para un diputado, evidentemente. Cabe preguntarse, y ahí dejo la cuestión, si la unificación de recursos hubiese permitido llegar más lejos y mejor, y la unidad hubiese recabado apoyos de la abstención, con influencia geométrica en los resultados.
Un detalle para pensar sobre ese tema: AES ha obtenido en Canarias 712 votos. Poco, me dirán; pero suponen el 3,6% del total de los sufragios recibidos. ¿Y por qué considero esto significativo? Pues porque en Canarias -Tenerife concretamente- ejerció desde Juntas Españolas su actividad desbordante mi Coronel Luis Tapia Aguirrebengoa, haciendo de aquella provincia una de las más activas y fecundas de toda España. Ha bastado, al parecer, un toque de atención, para que todo lo que hace veinte años sembró mi camarada Luis, que está en los luceros, haya dado su fruto.
¿Cual es, entonces, mi decepción?
Mi decepción es la que siento hacia nosotros mismos. La que siento por las rencillas, los dimes y diretes, la gresca interminable. Toca, como señala Txiripitiflautiko en los comentarios, reflexionar; y es buena la reflexión que hace Maderal en La ultima Bandera.
Desde mi no adscripción actual a ningún partido, y sin más representación que la mía propia y personal, sin más importancia que un voto solitario y sin la menor influencia en nada ni en nadie, formulo la siguiente pregunta: ¿por qué no es posible la unión?
En un programa de radio de La quinta columna, Rafael López-Diéguez afirmó que AES había intentado una candidatura única con el Frente Nacional y no había sido posible. En una entrevista en Minuto Digital, Manuel Canduela afirmaba que AES no había aceptado la unidad de candidatura con DN. Ayer mismo, también en La quinta columna, López-Diéguez lamentaba no haber llegado a acuerdos con Libertas.
Sin dudar de la palabra de nadie, y sin cuestionar las razones de todos para llegar a un desacuerdo, me atrevo a preguntar por qué. Que los responsables de AES, de DN, de FN, de FE-JONS, expliquen públicamente a esos 50.000 españoles que hemos votado a unos u otros de ellos, por qué ha sido imposible la unión. Que sepamos qué razones, qué diferencias insalvables, qué conveniencias o inconveniencias, han determinado la dispersión. Que se abra un proceso de explicaciones claras, sin chauchau; sin insultar pero sin callar las verdades.
Que AES nos cuente por qué no aceptó la conjunción con DN; que FN con diga por qué no admitió a AES; que AES nos explique si prefiere a ese híbrido extraño y meramente coyuntural que es Libertas, a los otros grupos nacionales que cito.
Y sobre esa base de las verdades claras y las diferencias expuestas sin subterfugios, podremos empezar a hablar en serio.
No nos decepcionen más, porque la culpa de que estemos como estamos la tienen en gran medida todos estos desencuentros, que no sabemos si son profundos o superficiales; ideológicos o formales.
No nos decepcionen más. Porque aunque nuestro pueblo no merece el esfuerzo de escribir una sola línea, España está por encima de ese pueblo. Y de todos nosotros, no lo olviden.

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