El de hoy, evidentemente.
Casi se me escapa porque ando a vueltas con asuntejos de
salud -nada grave, dicho sea para tranquilidad de amigos y desazón de
enemigos-, y del que he caído en la cuenta por pura casualidad, al haber
sintonizado la tele -por primera vez en varias semanas- en un informativo.
Son 33 añitos los que hace de aquél 23-F, aún desconocido,
aún oculto, aún incomprensible. O, quizá, perfectamente comprendido y
descubierto para los que -sin haber papado ningún oráculo- tenemos la
suficiente capacidad para sumar dos y dos.
Ya he contado en alguna ocasión cómo viví aquél día -mejor,
tarde y noche-, y cómo desde el día 24 por la mañana vi que aquello no era lo
que había parecido. También he dicho que -para pesar de tanto hideputa
memócrata- la única víctima civil fue el pobre Juan García Carrés, y que todas
las demás víctimas fueron militares, desde el Excelentísimo Teniente General
don Jaime Milans del Bosch hasta el último teniente encausado, con especial
relevancia en el Teniente Coronel don Antonio Tejero Molina, y con menciones
especiales al honor en las personas del Capitán de Navío don Camilo Menéndez
Vives y del Comandante don Ricardo Pardo Zancada.
En realidad no hay mucho más que decir. Habría mucho si se
pudiera hablar y si eso se la libertad de expresión fuera verdad, pero de ese
camino ya estamos todos de vuelta. Y con esto creo que ya se me ha entendido lo
suficiente.