Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 15 de diciembre de 2011

INTELECTO VIRTUAL (por Arturo Robsy).

Desde Gramsci -y antes- sabemos que algo modifica la realidad con facilidad: el cambio de la idea que contiene cada palabra. Aparatos nuevos (teléfonos, coches, televisores, etc...) y palabras traicionadas.

Estos días, desde las teles, están cayendo en las mentes enormes e imposibles teorías que muchísimos dan por buenas. Es fácil oír en cualquier sitio que "Juzgar corresponde solamente a los tribunales;" barbaridad que nos conduce a una cierta esclavitud mental. Todos sabemos, o sabíamos, que el juicio es fundamental para el pensamiento. Y para el razonamiento. Juzgar, calificar: otra cosa es abstenerse voluntariamente del uso de la mente, ya por incapacidad, por algo mal aprendido o por maliciosas intenciones que nos inviten a desentendernos del mundo real. Para pensar -váyase a Aristóteles por ejemplo- es necesario calificar. Con unir dos hechos o palabras con un es ya se ha hecho un juicio. Cosa fácil. Pedro es Bueno; Zapatero está derrotado. Juicios que conducen a verdades. O a errores de bulto, como Rajoy es activo. Juzgar no corresponde a los tribunales sino a todos los hombres. Otra cosa es que nuestros juicios no estén amparados por la policía y se vuelvan obligatorios. Valga el ejemplo de tres juicios que ya se han muerto bajo el peso de la idiotez: España es una. España es grande. España es libre. Pero aunque dijéramos España era una también estaríamos juzgando fuera de los tribunales pero a favor de la razón. Cosas elementales, que todos sabemos, pero que conviene recordar de tanto en tanto.

No juzgues y no serás juzgado nos dicen los Evangelios. Pero como hoy serás juzgado incluso si callas, juzga bien y verás qué nos pasa.

En este mundo virtual y falso en el que vamos viviendo, casi autómatas, también abunda en estos días, el viejísimo dicho que le salió al presidente Suárez pero que no es suyo: "Hacer legal lo que es real en la calle." Argumento amado por quienes quieren dejar caer sobre nosotros más drogas aún.

Cuántas cosas se ven, bien reales, en la calle: robos, con o sin escalo, asesinatos, falsos testimonios, mentiras, interesadas, malicias mil... ¿Es eso lo que conviene hacer legal? Pero la potencia de los medios, su insistencia y nuestra falta de prevención convierten irracionalidades en razones que mueven el criterio. Pero en esas cosas tan elementales -que son juicios por cierto) estamos confiando nuestra independencia, nuestra justicia y, por lo tanto, la libertad.

Arturo Robsy

Publicidad: