Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 30 de enero de 2012

SOBRE OTRA GARZONILLERADA.

O, si ustedes lo prefieren, otra manifa de apoyo al juececillo Baltasar Garzón, arropado por la izquierda en sus actividades prevaricadoras y -próximamente- cohechistas. Todo ello, aderezado con banderillas anticonstitucionales y nostálgicas de la Segunda República, aquella que tan democrática fue y tanto respetó a los jueces en las chekas. Y, ni que decir tiene, a los acusados.

Esa misma izquierda que arremete -lo que es la ignorancia- contra los jurados populares, y todo porque uno de ellos -se supone que establecido de acuerdo con la legislación vigente- ha declarado no culpable al señor Camps. Cuando era el barandilla de cualquier cheka -comunista. anarquista, socialista, izquierdorepublicana- el que ordenaba el paseo -eso es memoria histórica-, no les parece a ustedes tan mal. Incluso parecen anhelarlo.

Y ahora, en la misma línea, les parece bien que un juez vulnere los derechos fundamentales de unos detenidos. Que serán unos sinvergüenzas, en eso no voy a entrar; pero que tienen sus derechos reconocidos en la Constitución, y si no gusta que los tengan, modifíquese la Nicolasa; pero no se la pasen por el forro de las puñetas.

Encantados con que un juez se arrogue una competencia que él mismo ha manifestado no tener hace pocos años, en ocasión de serle presentada una querella contra el genocida Santiago Carrillo. Y esto de no querer investigar los crímenes -profusamente testimoniados- de un asesino comunista, pero sí indagar los presuntos de los contrarios -hombre, rebuscando siempre aparecerá algo, aunque sea, como en tantas ocasiones, cadáveres mezclados de republicanos y nacionales caídos en combate-, no parece demasiado equitativo, ni supone la constitucional igualdad ante la Ley, luego es evidente la prevaricación.

Encantados de que un juez le pida dinero a un individuo encausado, y tras el referido unte sobresea el procedimiento.

Esto es, en suma, lo que le gusta a la izquierda, sea de garzonilleros, de cejilleros o de cejijuntos: que los jueces se dejen la imparcialidad y barran para casa, que para eso el señor Garzón es socialista -¿será necesario recordar que se presentó en las listas del PSOE?-, y puede irse de caza -ilegal- con el Ministro de Justicia para preparar los casos y tratarlos como convenga al señorito sociata del momento. Fernández Bermejo anduvo listo y no cayó bajo la lupa buscadora de X como González, aunque al final le explotara la licencia de caza que no tenía.

Pero a la izquierda lo que le gusta es que los jueces se vayan de caza -ilegal- con los Ministros; que contradigan sus autos, según quien sea el acusado; que se salten la Ley -de momento son más comedidos: a Calvo Sotelo le descerrajaron un tiro- cuando se vea la posibilidad de manipular pruebas contra el enemigo político del Gobierno; que le pidan dinero a los banqueros y empresarios a cambio de dejarlos impunes.

Cojonuda la izquierda, pues, aunque todo se explica; porque hay gente que vive de eso, de la manifa, del manifiesto, de los bolos en cuchipandas rojillas, y si no fuera así no tendrían un titular de periódico peripatético que llevarse al currículum. Véase la señora Bardem, cuya única actividad conocida desde hace años es la de ser madre de un comunista -y pijo, condiciones ambas que cada vez parecen más inseparables- al que la inteleztualidad ha elevado al estrellato capitalista como actor, de igual manera que subió a los altares a los picassos, mirós y demás fauna; y la aparición en las manifas revanchistas, memohistéricas y garzonilleras; actividad que ni siquiera le sirve para conservar la placa con su nombre en la calle sevillana que los amiguetes le pusieron.

En suma: que la izquierda nostálgica, preconstitucional y montaraz siempre estará con los jueces y parte; con los jueces untados por los banqueros y las multinacionales; con los jueces que cambian su propia opinión según la tendencia política de los acusados.

La sumisión al partido, para la izquierda, está por encima de la Ley, de la Justicia y de la Verdad. Para la derecha -nadie se engañe- también.

Y luego, vendrá la Falange. Amén.

SOBRE NO USAR LAS ARMAS.

Contaba ayer El Mundo que el dirigente de la izquierda abertzale, Rufi Etxeberria, asegura que aunque la banda terrorista ETA no haya iniciado su desarme y sus integrantes porten armas, estas "no van a ser utilizadas en ningún momento.
Afirma también el susodicho que ETA ha mostrado su compromiso de no utilización de armas en ningún caso, aunque porten esas armas.
Vamos, algo así como que los etarras tienen las armas por gusto coleccionista, y si las llevan es para hacer bonito -quizá porque hacen juego con la capucha-, o para llevar peso en el bolsillo y que el viento no se los lleve.
El problema, señor Echeverría, es que algunos -tal vez incluso muchos- tenemos cierto gusto por la colección de armas, pero para tenerlas debemos pasar un exámen médico, una rigurosa investigación de antecedentes penales -y, obviamente, carecer de ellos-, unas trabas burocráticas y unos plazos administrativos para la renovación del permiso y la revista de armas. Y esta discriminación no es justa.
¿Qué le parece, señorito Echeverría -según Minuto Digital son ustedes, los separatistas terroristas de Vascongadas, pijos, aburguesados y millonarios- si abrimos el grifo de armas para todos, y los que no somos asesinos, ni ladrones, ni falsificadores, ni secuestradores, ni extorsionadores, también las podemos llevar?. Por supuesto, bajo la misma garantía de que no las vamos a utilizar que las ofrecidas por ETA.
¿Qué, hace?

Publicidad: