Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 7 de enero de 2024

SOBRE LA LEY DE LOS MENTIROSOS.

Dice hoy el panfletillo 20 minutos que La 'repesca' de la Ley de Nietos dispara las solicitudes de nacionalidad española. Y luego explica muy ufano que esto es porque la Ley de memoria democrática de Sánchez facilita la obtención de la nacionalidad española a los descendientes de los españoles que se exiliaron tras la Guerra Civil y por la dictadura. Cosa que -sigue el panfleto- viene precedido por la Ley de memoria histórica de Rodríguez.


Lamento jorobarle el cuento a la señora, señorita o señorito que firma: AMAYA LARRAÑETA. Y lamento -bueno, no, ¡qué leche!, no lo lamento en absoluto- jorobarle la falsedad histórica a los -Zapatero dixit- rojos, a los necios y a los hideputas, condiciones nada excluyentes entre si. Pero el hecho cierto y quien lo haya menester lo podrá comprobar en el BOE, si es que aún no lo han reescrito en el mejor estilo orwelliano, que el derecho de solicitar la nacionalidad española por parte de los descendientes de españoles es cosa mucho más antigua.

Con esto pasa lo mismo que con la Seguridad Social, que los más tontos de cada lugar siguen diciendo que la creó Felipe González, cuando cualquier persona con una cultura mínima sabe que quien la levantó desde casi cero fue el falangista José Antonio Girón de Velasco. Y en época de Franco. Cierto es que la levantó aprovechando los exiguos cimientos que ya había puesto un cuarto de siglo antes el General Primo de Rivera.

Pues con lo de la nacionalidad ocurre lo mismo. Muchos años antes de la llegada de Zapatero a La Moncloa -en tren de cercanías, ya saben- investigué las posibilidades de que un familiar nacido en Argentina, de madre española, pudiera obtener la nacionalidad, y los trámites eran -en principio- bastante sencillos.

No se exactamente desde cuando estaba vigente esta legislación, ni cuantas modificaciones habría experimentado en el transcurso del tiempo. Lo que si puedo afirmar que en época de Franco cualquier descendiente de españoles podía solicitar la nacionalidad española. 

Y si no me creen, sólo tienen que preguntar a los aficionados al fútbol que vivieran los primeros años 70 del pasado siglo, qué era aquello de los oriundos, que permitió a todos los clubes españoles fichar a futbolistas iberoamericanos -brasileños también- que pudieran justificar su descendencia de padres, abuelos, bisabuelos... españoles, nacionalizándolos sin demasiado trámite.


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