Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 25 de mayo de 2012

NUEVAMENTE VIRUS

Pues si, otra vez tengo mi ordenador en cuarentena, y en esta ocasión me propongo una terapia eficaz, así es que daré paso al formateo y la reinstalación. Intentaré seguir actualizando por otros medios, pero hasta dentro de unos días no podré responder comentarios ni contestar correos.
Hasta pronto.

SOBRE LOS SILBONES.

Los que se van a reunir en Madrid, estadio Vicente Calderón, para celebrar que sus equipos de fútbol participan en la final de la Copa de S.M. el Rey de España.

Es habitual que cuando participan en este evento clubes separatistas de Cataluña o Vascongadas, sus aficionados silben la interpretación del Himno Nacional de España -o sea, el Himno de la Nación cuya Copa de fútbol juegan-, y la presencia del Rey de España.

A mi -ustedes lo saben; y si no, ahora se lo digo- don Juan Carlos de Borbón y Borbón me parece persona digna de todos los abucheos, de los silbidos y del abroncamiento de torero en mala tarde. Pero, a mi, el Jefe del Estado de España -independientemente de la persona física que ocupe el puesto en cada momento- me exige el respeto que le debo a España.

Por lo tanto, tanto silbidos al Himno Nacional como abucheos al Jefe del Estado, son lisa y llanamente un insulto a España. A nuestra Patria. A la nación que da nombre al trofeo que disputan estos dos equipos de separatistas necios.

Que los clubes -como entidad- son separatistas, está fuera de duda a poco que se recuerden declaraciones de sus dirigentes o jugadores. Que lo sean sus seguidores en mayor o menor medida, es algo que no me incumbe determinar, y si un seguidor del Barcelona o del Bilbao no es separatista y a su lado hay un silbón, con partirle la cara evita que siga soplando, así es que para luego es tarde.

Que los campos de fútbol están sometidos a la Ley, es evidente desde el momento en que si en un estadio se le llama negro a un negro, la multa es de órdago y el cierre difícilmente evitable, salvo que los racistas y xenófobos sean catalanistas.

Que la Ley está para cumplirla debería ser obvio, y que si el Código Penal establece como delito el menosprecio a los símbolos nacionales, la Policía debería tomar nota y denunciar a quien lo haga. No, claro está, en las gradas; pero sí a través de las imágenes de las cámaras de seguridad, que con tanto ahínco utilizan para otras cosas.

Que doña Esperanza Aguirre haya declarado que, si de ella dependiese, se suspendería el partido en caso de silbidos, es una exageración sólo comprensible para evitar que en la calle se hable de sus cuentas oscuras.

Pero que, como ocurre cuando hay cualquier incidente en un estadio, se sancione al club -o clubes, como es el caso-, implicados debería ser la norma para todo tipo de hecho sancionable. Por tanto, espero que cuando los trogloditas aldeanoseparatistas de Cataluña y Vascongadas empiecen a tocarse los pitos, la autoridad deportiva -en primera instancia- y la judicial, vayan sumando ceros a la multa correspondiente a ambas entidades, representadas por maleducados, sinvergüenzas, hideputas y mamarrachos.

Eso -una multa de seis cifras mínimo- y la suspensión para participar en la competición durante unos años, podrían hacer el milagro de educar a los necios. Y así, acaso algún día, podrían jugar en el Santiago Bernabéu, y no habría necesidad de reformar los baños para no tenerles que decir claramente que se vayan a la mierda.

Independientemente de lo que haya lugar, en el tema del orden público, si los cuatezones se desmandan en la calle.

Por cierto, y por si alguno de ustedes aún lo ignora, la manifestación convocada por varios grupos nacionales está plenamente autorizada, y aquí tienen la referencia de la convocatoria.

SOBRE EL CINTURÓN DE WERT.

Utensilio que el señor Ministro, al parecer, no utiliza, o ha perdido, o nunca tuvo.
 
Lejos de la respuesta al plante de los rectores de universidades que a mí se me antojaba razonable y ayer mismo comunicaba, en el sentido de legislar lo que sea menester y no preocuparse de reservar hueco de agenda para los maleducados, hoy dice la prensa -véase 20 Minutos, edición papel de Madrid, pág. 10- que en las próximas semanas se convocará un Consejo de Universidades Extraordinario.
 
Más allá de esta caída de pantalones, el señor Wert obsequió ayer a los separatistas catalans y baskos con la retirada de un tema referido a los nacionalismos excluyentes de la asignatura de Educación Cívica y Constitucional, sustituta de la Educación para la Ciudadanía zapateril. Y esto es, más que caída, auténtica bajada de pantalones.
 
¿Para esto quería el PP mayoría absoluta? ¿Para seguir el pasteleo con separatistas, pese a no necesitarlos? ¿Para esto vota el pueblo español? ¿Para esto elige un Gobierno y le da poder suficiente para hacer lo que haya que hacer, según el programa electoral presentado?
 
Pues si: para todo esto. Porque da lo mismo a quien vote el ciudadanito, y el programa que elija, y la mayoría que el elegido tenga. Votar a los partidos encamados en el sistema es votar esto y nada más.
 
¿La solución? Quien tenga ideas en vez de antipatías, quien entienda de razones en vez de tópicos, ya la conoce: votar a los que proponen una modificación completa de un sistema injusto. Cambio de Sistema -aclaro para que nadie me tome el número cambiado- que no consiste en resucitar una república segunda, arcaica y troglodítica, soviética y asesina, como proponen los comunistas decimonónicos.
 
En todo caso, para República, la Nacionalsindicalista.

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