Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 26 de marzo de 2019

SOBRE EL PERDÓN MEJICANO.

El que el presunto -o no- señor López Obrador, presidente de Méjico, ha exigido por la conquista española.


Esta estupidez venía siendo habitual en muchos gilipollas sin graduación, pero que lo haga un presidente eleva el tono, de forma que requiere respuesta. Como imagino que no habrá político español que lo haga en el tono que merece, porque la corrección política castra mucho -es una forma de hablar, líbreme Dios de insinuar que no tienen cojones-, le ofrezco a quien guste tomarlas algunas ideas.

Y propongo que se pida perdón, si. Pero háganme la merced de continuar leyendo antes de llamar al loquero de guardia. 

Propongo pedir perdón por haber impedido que los mejicanos de hace cinco siglos continuaran comiéndose unos a otros. Más bien unos siempre a otros, porque si la Conquista fue posible, lo fue porque todos los pueblos sometidos a Méjico estaban hasta donde no digan dueñas de los Mejicanos, que los utilizaban como ganado para sus festejos y sus banquetes.

Propongo pedir perdón por haberles dado carreteras, universidades, imprentas. Cosas que, evidentemente -según demuestra el señor López Obrador- no sirvieron para nada, porque sigue habiendo cazurros, analfabetos y cuatezones.

Propongo pedir perdón por haberles puesto en el Mundo, en vez de dejarles perdidos en sus sacrificios humanos, con una cultura poco más que paleolítica y algo menos que feudal.

Propongo pedir perdón, en suma, por haberles dado una lengua que les hace ser entendidos por el Mundo entero, aunque algunos -valga el señor López Obrador como ejemplo- no tengan nada útil que decir.

Y propongo pedir perdón, esta vez al Mundo entero, por haber puesto en la Historia a unos cenutrios, sinvergüenzas y tontolabas como el señor López Obrador. El cual, por cierto, tiene unos apellidos de netas sonoridades hispanas.

Lo mismo va a resultar que la culpa de los desastres de Méjico en los dos últimos siglos no la tiene España, sino los hijos y nietos y biznietos de aquellos españoles de la Conquista que, perdida la referencia hidalga de sus antepasados, han hecho una mierda de país donde puede ser presidente un gilipollas.

Nada distinto a España, todo hay que reconocerlo.


jueves, 21 de marzo de 2019

SOBRE LA CIVILIZACIÓN QUE PROPONE VOX.

Como ustedes saben -si es que aún alguien visita este diario-, no me he pronunciado a favor de VOX hasta el momento. Mas bien, si acaso, en contra.

VOX no es lo mío; no son los míos, no representan lo que pienso, ni lo que quiero. Soy Nacionalsindicalista -lean falangista los que no se hayan preocupado de saber qué es eso, aunque no se les caiga del morro lo de llamar fascista a todo lo que no encaje en sus tópicos-, y VOX no lo es.

Pero también es cierto que VOX se está mostrando como el único partido capaz de decir claras unas cuantas cosas. Esas cuantas cosas que todos los políticamente correctos dicen en conversaciones privadas. VOX está diciendo que ya está bien de tergiversar -de falsear- la Historia; que ya está bien de subvencionar vividores -y vividoras- a costa del erario público; que ya está bien de pasarse a España por el forro de los escaños.

Y ahora viene Santiago Abascal y propone facilitar la tenencia de armas de fuego y despenalizar su uso en situaciones de amenaza real.

Como no podía se menos, todos los partidos, todos los tertulianos, todos los periodistas apesebrados, han clamado al cielo. Todos los que defienden al delincuente y desprecian a la víctima se han echado las manos a la cabeza. Todos los que no tienen idea de nada, han gritado, que es lo suyo, hablando de armas sin control y -Albertito Rivera dixit- tiroteos en colegios y locos con pistola.

Evidentemente, ustedes ya han adivinado que yo si soy partidario de que los españoles podamos tener armas de fuego. Por supuesto, con su correspondiente licencia que esté al alcance de quien la solicite y cumpla los requisitos para ello. Y que los requisitos sean los adecuados. Más o menos como ahora, que para obtener o renovar la licencia de armas hay que presentar un certificado médico -físico y psicológico-, y autorizar a la Intervención de Armas de la Guardia Civil la investigación de los antecedentes penales. Amén de -cuando se trata de la obtención- pasar el correspondiente examen.

Lo que no puede permitirse un país civilizado, es que sólo los delincuentes puedan tener armas; que sólo los criminales puedan usarlas impunemente; que a uno le puedan entrar en su casa y no pueda defenderse; que a uno le asalten por la calle y no pueda decir ni "mu"; que a uno le atraquen en su negocio y tenga que resignarse al expolio. 

Lo que no puede permitirse un país que quiere ser civilizado, es que a un ciudadano que se defiende de una agresión le caiga todo el peso de la Ley, y al que le agrede le pongan en la puta calle a los diez minutos, para que continúe su oficio. Lo que no puede permitirse un país que presume de civilizado, es que las Fuerzas de Seguridad del Estado lleven armas para su propia defensa, no para defender al ciudadano que es -en última instancia- quien se las ha dado. Lo que no puede permitirse un país que aspira a la civilización, es que se vulneren impunemente todos los derechos fundamentales sin que el perjudicado pueda defenderse.

Así es que si; soy partidario de que los españoles podamos tener armas de fuego, y de que si nos vemos en la necesidad de usarlas con motivo justificado no se nos caiga el pelo. 

Sólo los locos, los cómplices y los ignorantes pueden pensar que a un ser humano normal le gusta tener armas para matar a la gente sin ton ni son. A los que nos gustan las armas, tenemos nuestra correspondiente licencia y pasamos los trámites administrativos que conlleva, sabemos lo que es un arma -porque la hemos tenido en las manos, no sólo la hemos visto en una película-, y sabemos lo que puede hacer, jamás se nos ocurrirá usarla por una tontería. 

El verdadero peligro de las armas no está en el acero, el plomo y la pólvora; está en la posibilidad de que la use un ignorante o un criminal. Y a ninguno de esos grupos -ignorantes y criminales- le va a impedir usarla la carencia de permiso.

Total: que no soy de VOX, pero me va gustando lo suficiente como para que me merezca la pena ir a votar.


viernes, 1 de marzo de 2019

SOBRE EL CANALLA.


Si, lo sé; canallas hay muchos, a montones. Das una patada en el suelo y te salen veinte y en España, últimamente, antes de acabar de poner el pie en el suelo te han salido tres docenas. Pero sabiendo ustedes -como sin duda no ignoran- que en el día de ayer estiró la pata el cómplice e instigador de miles de asesinatos Javier Arzallus, no creo que les quepa duda de a qué canalla me refiero.

Ya se que no debe uno alegrarse de estas cosas. Realmente, bien triste resultaría alegrarse de que un hijo de puta estire la pata por sus propios medios; pero teniendo en cuenta que ni leyes -que existen pero no se cumplen-, ni jueces -que existen, o por lo menos cobran, pero no se atreven-, ni policía -que existe, pero no les dejan-, han sido capaces de dar buena cuenta de tal pájaro, tampoco es tan malo que la madre naturaleza corrija su error y quite de en medio esa inmundicia.

Diré, por tanto, que no he brindado con nada -ni siquiera con agua-, entre otras cosas porque después de enterarme por la radio, y luego por las referencias del blog hermano Desde mi trinchera que escribe mi camarada Eloy, no volví a acordarme del rebotado Arzallus hasta que hoy me lo ha traído el periódico, pero que es lo más cerca que he estado de pensar que era un buen día.

Por lo tanto, no voy a ejercer de hipócrita -como si fuera un Arzallus cualquiera- diciendo que lo he sentido; pero también es cierto que no me ha producido ninguna alegría. Hay cosas más importantes en la vida que molestarse en sentir algo por un ser tan despreciable, tan cabrón, tan inicuo. 

Hace tiempo que dejé de considerar al enemigo como alguien con quien en el futuro habría que convivir y al que, por tanto, no podía odiar. Hace tiempo que empecé a odiar y -a falta de amar- no resulta desagradable. De alguna forma hay que corresponder a tanto hijoputa, a tanto cabrón, a tanto gilipollas, a tanto necio.

Pero el canallesco difunto de mi comentario no tiene -no tuvo nunca- la suficiente categoría humana para merecer el odio. Simplemente, el asco.

Lo único de lo que si quiero dejar constancia, es de que si -como decía mi camarada Eloy- Dios es infinitamente bueno, habría que pedirle que también fuera justo. 






Publicidad: