Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 23 de enero de 2012

SOBRE LOS ESTADOS ESTAFADORES Y USURPADORES UNIDOS -OTRA VEZ-.


O, si lo prefieren la Unión de Sinvergüenzas Asociados, que tanto da y lo mismo es.

Como corresponde a los estafadores, lo que cuenta es disimular, llamar la atención sobre otro punto, ejercer una discreta presión en un hombro para llevársete la cartera del bolsillo. Así, los fulanos y fulanas -sin perdón- de la Federación de Bestias Integrales, pretenden encubrir la verdad haciéndonos patente el alto nivel de vida, las lujosas mansiones o la existencia regalada de los gerentes de Megaupload.

Cortina de humo. A mí, ladrón Fortunato, Facción de Brutos Indecentes, yanquis estafadores, me importa tres leches que detengáis a un individuo si ha cometido un delito. Me es indiferente si el acusado tiene mansiones o chabolas, coches de lujo o triciclos; me importa cuatro leches que tenga millones en su cuenta corriente o que no le alcance para un café de los de ochenta céntimos de Zapatero. Si ha cometido un delito, fórmesele causa, júzguese y, si ha lugar, condénese. Si los gerentes de Megaupload han pagado para que se archivara en sus servidores archivos ilegales, entrúlleseles.

Pero antes, vean ustedes lo que es ilegal y lo que no. Vean ustedes que grabar de la televisión una serie que se emite en abierto, y subirla a Megaupload para que otros la podamos ver sin quedarnos hasta altas horas de la madrugada ante el televisor, y sin tener que soportar inacabables horas de anuncios, difícilmente puede ser delito. Máxime, teniendo en cuenta que no son pocas las emisoras de TV que ponen esos mismos contenidos en sus páginas web oficiales, a disposición de quien los quiera.

Si había en Megaupload otros contenidos que vulnerasen los derechos de autor, exíjase el borrado de los mismos; búsquese a quien haya subido esos archivos y múltesele o encarcélesele si procede. Pero esta acción indiscriminada del cierre de Megaupload no afecta a la distribución de contenidos ilegales. Hay decenas de sitios desde los que descargar; sitios que evidentemente no voy a nombrar -por lo menos que los de la Federación de Bestias Incultas se jodan buscándolos- pero que todos conocemos. Y que todos seguimos usando, cada vez con más razón.

A lo que no tienen derecho los ladrones yanquis, es a impedir que quien ha pagado por tener un espacio de almacenamiento en Internet, desde el que ofrecer archivos y documentos absolutamente lícitos, lo pueda hacer.

No tienen derecho a impedirme que les ofrezca a mis lectores la copia digitalizada de las revistas que dirigí hace años -Cruz de los Caídos, EJE- y sobre las que nadie tiene mejor derecho que yo mismo, al haber incluso desaparecido las personas jurídicas que las auspiciaron.

No tienen derecho a impedirme que les facilite el acceso a mis artículos en Fuerza Nueva -revista-, El Alcázar o La Nación, porque esos artículos son míos, no he recibido por ellos ningún emolumento, ni fueron creados bajo ningún contrato.

No tienen derecho a impedirme la difusión de mis opiniones a través de los documentos digitales donde he recopilado cuanto escribo en este blog, sea en este emplazamiento o en el que tuvo anteriormente, porque mis opiniones son mías, mis escritos son míos, y nadie me ha pagado por ellos ni me ha contratado para hacerlos.

No tienen derecho a impedirme que ponga a disposición del interesado las recopilaciones de artículos que mis camaradas han publicado en Internet, como los de Ismael Medina (¡Presente!) en Vistazoalaprensa, para preservar su recuerdo y su esfuerzo.

No tienen derecho a impedirme prestar películas de los años 40 ó 50 del pasado siglo, compradas en formato VHS y digitalizadas por mí y para mí y cuatro amigos que ya no disponen de caducos aparatos de vídeo que usen ese formato; películas de las que ya no existe la productora, ni los directores, ni los guionistas, ni acaso los actores.

No tienen derecho a censurar la difusión de obras como la Causa General -ya sin derechos de autor si es que alguna vez los tuvo- que refleja la verdad de la Historia; o el Diario de una Bandera, del Comandante Franco; o las Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera; o el texto de las Leyes Fundamentales; o las Relaciones de Cortés.

No tienen derecho a vetar la difusión del pensamiento de los tertulianos de programas radiofónicos como La quinta columna, de Radio Intercontinental; programas que se podían descargar libremente de la web de la emisora, pero que yo grabé durante dos o tres temporadas para distribuirlos entre camaradas que no los podían oír en directo al no vivir en Madrid -que era el ámbito de dicha emisora- y a quienes yo se los ofrecía con mayor rapidez, y que guardé en Megaupload a disposición de investigadores o curiosos. Programas tan de libre difusión, que en el libro de Eduardo García Serrano -su creador- Con otro punto de vista se cita como referencia de sus programas el blog donde yo subí los enlaces.

Y ustedes, señores yanquis que usurpan jurisdicciones que no le corresponden, comportándose como matones de barrio o de patio de colegio, han estafado a miles, cientos de miles, millones de personas que habían pagado para poner al alcance de sus amigos, de sus familiares, de quien les viniera en gana, sus documentos particulares o profesionales. Ustedes -no la compañía Megaupload; ustedes- nos han estafado, nos han robado, nos han condenado sin juicio y sin presunción de inocencia. Para ustedes, ladrones yanquis, todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario, y aunque se demuestre.

Así es que -sobre mantener lo dicho en la entrada precedente, que les define en lo que son- ahí quedará reflejada -justo bajo la cabecera- mi opinión sobre ustedes, sobre los Estados Estafadores y Usurpadores Unidos, sobre la Unión de Sinvergüenzas Asociados, sobre la Federación de Bestias Inmundas, y sobre el ladrón Obama.

Que puede que el Fortunato no sea el culpable directo, pero si pone la mano para recibir el Premio Nóbel de la Paz -Guantánamos y asesinatos de Estado aparte- también le toca dar la jeta cuando su país de multinacionales criminales le roba a los demás.

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