Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 17 de julio de 2012

SOBRE HOY.

Hoy, que como ocurre una vez cada año, es 18 de Julio.

Hoy que, a despecho de quien sea, se cumple el septuagésimo sexto aniversario del Alzamiento Nacional de una España que, harta de ir muriendo poco a poco, prefirió matarse de una santa vez para poder vivir en paz.

Hoy, que volvemos a estar en una situación donde los políticos -ayer los socialistas Largo Caballero y Prieto, hoy Rodríguez y Pérez; ayer los centroderechistas Gil Robles y Portela, hoy Rajoy y Montoro-, nos acercan a no tener más salida que la de entonces.

Hoy, que ya se ha agotado la herencia recibida; la herencia que dejó Franco, y que era tan inmensa que ha permitido vivir -dilapidando a manos llenas- a tanto sinvergüenza durante 37 años.

Hoy, que hace 76 años que media España dijo ¡basta! y -una vez barrida la mugre- se puso a trabajar para alcanzar niveles de bienestar -sin tanto hablar de él- como no se recordaban ni se volverán a lograr en decenios.

Hoy que, en suma, el 18 de Julio no parece tan próximo al recuerdo histórico como al futuro cercano.

Hoy, que de nuevo el peor enemigo de la Patria es su propia casta política; en que izquierdas y derechas, cogiditas de la mano, de las condecoraciones y de las subvenciones, no se despegarán de la ubre estatal si no es como decían hace poco los diplodocus comunistas que -afrancesados al fin- sugerían la guillotina, y en una entrada anterior tienen la muestra; o a la forma española: a tiro limpio, y a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga.

Amén.

(Con música de fondo de Cara al Sol, porque se que jode.)

SOBRE LA ENVIDIA IGUALITARIA.

Hasta ahora, era bien conocida la tendencia de la izquierda a igualar por abajo; esto es: la izquierda, históricamente, siempre ha pretendido poner a "los ricos" al mismo nivel que "los pobres". Ni por un momento se le ha ocurrido jamás elevar a los pobres para que cada vez estuvieran más próximos a ser ricos.

Lógicamente, una cosa así sólo se le podía ocurrir al fascista de Franco, secundado por otros fascistas peligrosos como Pedro González Bueno, creador del Fuero del Trabajo; José Antonio Girón, creador de la Seguridad Social; Suanzes, inventor de la Industria que la Transición desmanteló a la mayor gloria del mercado común y, en definitiva, tantos fachas que desde el Gobierno -y desde la empresa, la fábrica, el taller, el comercio, el campo, la pesca, la banca, la Universidad, el Sindicato...- se inventaron una clase media de la que la memocracia ha vivido hasta anteayer.

Por supuesto, ni Franco ni los demás citados eran de derechas, y la prueba está en que el señor De Guindos ha sumado el PP -tan de derechas, en opinión de sus votantes y laudantes- a la idea de recortar por abajo.

Así -lo decía ayer El Mundo- el señor De Guindos instaba a las empresas del Ibex a bajar los sueldos de los directivos. Entra, pues, el PP, en la espiral de envidias igualitaristas: quitarle a los ricos para que los pobres puedan decir -con doña Andrea Fabra, musa dialéctica de la derecha- "que se jodan" y olvidarse de la mano que les rebaña el bolsillo.

Vamos a ver, señor De Guindos, señor Rajoy, señoras, señores y señoros peperos: en el IBEX figuran empresas privadas; empresas que están dirigidas por gestores que los accionistas han puesto ahí para cuidar de sus intereses. Son los accionistas los que deben saber si se merecen el sueldo que tienen o, caso contrario, bajárselo. Los sueldos que paguen las empresas privadas son asunto suyo por la parte de arriba, y el Gobierno sólo debe intervenir para garantizar que el salario mínimo sea suficiente. Cosa que, por cierto, ningún Gobiernillo memocrático ha hecho.

Lo que compete a usted, señor de Guindos -marianos varios- es dar ejemplo en lo suyo: en su propio sueldo, en el sueldo de sus diputados, de sus senadores, de sus asesores, de sus consejeros, de sus enchufados.

Lo que compete a usted, señor De Guindos, y a sus compinches de Gobierno, es ajustar la Administración; pero no por los empleados públicos por oposición -en su mayoría mileuristas o poco más-, sino por los primos, sobrinos, cuñados y hermanos digitalizados en empresas públicas; por la triplicación de chiringuitos administrativos que se superponen, se solapan y se pisotean; por la mitosis incontrolada de politiquillos y politicuchos, devenida en cáncer galopante.

Y, fundamentalmente, por el despiporre de los gobiernillos autonómicos, auténticos culpables del desastre financiero de las Cajas, hundidas en aventuras magalomaniacas inconcebibles y ruinosas.

Esa es, señor De Guindos, su competencia.

(Vaya, dispense, es una forma de hablar: de sobre se -de sobra sabemos todos, y ustedes los primeros- que son unos incompetentes; y, lo que es peor, que son unos irresponsables a los que nadie pedirá cuentas por su mala gestión el día de mañana.)

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