Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 6 de junio de 2013

SOBRE EL COMA ETÍLICO DEL GOBIERNO.

Porque si no es desde la ingesta abusiva de alcohol, díganme cómo se explica que -lo dice El Mundo- el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco Babín, pretenda multar a los padres de los menores que ingresen repetidamente en Urgencias por coma etílico, dado que eso demuestra -en su opinión- que hay una dejación de la tutela efectiva por parte de los padres o tutores.

Bien, señor Babín: lo que su propuesta demuestra es que si no ha empinado usted el codo en demasía, es usted desconocedor de aquello que debería saber -lo que la Academia llama necio, y reclámeles a ellos-. Por ejemplo, que las mismas leyes que ustedes -los políticos, digo, que para mí son todos lo mismo- han hecho, impiden que los padres tomen medidas para meter en vereda a sus retoños.

¿Cómo quiere usted que un padre o una madre -o padro y madro, según- eviten que sus hijos se emborrachen como cosacos? ¿Es que no sabe usted -como debería- que si un padre castiga a su hijo sin salir de fiesta, van los jueces y le meten en el trullo por malos tratos?  ¿Es que usted no sabe que si cualquier gamberro adolescente denuncia a sus padres, va el juez y como mínimo le casca una orden de alejamiento del menor maltratado? ¿Cómo quiere usted que los padres impidan las borracheras de sus hijos, si ustedes les impiden educarlos como es debido, y cualquier niñato puede hacer detener a sus padres con sólo presentar una denuncia -por falsa que sea- ante la policía?

Y ahora quiere usted, señor Babín, que los padres a quienes ustedes -los políticos que hacen las leyes- impiden educar a sus hijos; castigarlos -evidentemente por castigo no quiero decir maltrato- para que aprendan que los actos tienen consecuencias; prohibirles lo que consideren nocivo; los padres a quienes ustedes roban la más alta función de la paternidad, paguen por no impedir aquello que ustedes no les permiten impedir.

Lo suyo, señor Babín, señores del Gobierno -presente y pasados- es de una desfachatez sólo concebible en la intoxicación etílica o en la necedad más supina.

Y lo peor es que quienes les votan -a ustedes, y a los anteriores, y temo que a los venideros- deben estar igual de alelados o escasos de razón, que es lo que nuestra madre Academia entiende por imbéciles.
 
O que les encanta ser meretrices y poner el lecho.

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