Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 21 de agosto de 2009

SOBRE LOS IMPUESTOS Y OTRAS COSAS.

En comentarios a la entrada de ayer, varios camaradas me hacen llegar sus opiniones, que transcribo por aquello de facilitar la lectura sin necesidad de pulsar enlaces.
Decía Txiripitiflautiko:
Si realmente necesitan más dinero, bastaría con que suprimiesen las cuantiosas ayudas, subvenciones y enjuagues varios para los distintos lobbys, amiguetes y compinches en los que despilfarran millones de euros de nuestros impuestos.
Y afirmaba Apañó:
Sin ir más lejos podríamos haber destinado al pago de los 420 euros una partida suculenta que se destinó a "promocionar" al movimiento gay en un país africano.Y eso por no hablar de las partidas que se han destinado a remodelar los despachos de sus señorías, caprichos varios, dietas, etc, etc... y sin contar las partidas presupuestarias que se llevan los políticos, como la ínclita Pajín que tiene varios sueldos a cargo del erario público.En Cataluña, por ejemplo, se podrían haber ahorrado los millones destinados a abrir embajadas catalanas en el extranjero, o el dineral invertido en fomentar y promocionar el uso exclusivo de la lengua catalana.¡En fin, ahora toca recurrir a los paganos de siempre!
Saludos y ¡Arriba España!

Por su parte, mi camarada Arturo -ya ustedes lo conocen- apostillaba:
Lo que no entiendo, Rafael, es que, con los ejemplos casi diarios que vemos, la gente se trague lo que se traga. No subirán los impuestos dijo la ministra mientras los subía. Zapa añadió, al día siguiente que no y que no. Ahora ya los subirán, dice Pepiño, porque a nadie se le oculta que el dinero ha de salir de algún lomo. Y serán lomos normales. Pero tampoco irán a los pobres los dineros, ni se los sacarán a los bastante ricos.
Me revuelve las madres que el personal aplauda cuanto más le engañan y que no sea capaz de tomar alguna experiencia. Y mira que es sencillo: En pesoés, sí es no y no es sí. Con eso bastaría. Con eso y una advertencia sobre los cantos de sirena, que son expertos aunque tengan sirenas muy feas, o sea, puras merluzas.

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Creo que la gente se traga lo que se traga porque, según la ultima encuesta, un setenta y tantos por ciento de los españoles se consideran felices.
Cabe preguntarse qué necesitan los animales para sentirse -en lo que pueda sentirlo un animal- felices. Imagino que tener sus necesidades cubiertas; es decir, comer, beber y joder; tres infinitivos y una sola zafiedad verdadera.
Mientras no falte la comida basura de hamburguesería o prefabricada, la bebida basura del botellón, y el coito basura del aquí te pillo y aquí te mato, todos felices. El pan de los subsidios degradantes sólo puede degradar a quien tiene dignidad, cosa inútil y ya caída, como cornamenta estacional, de la mayoría de testas. El circo se lo proporciona cada uno y cada una según su libérrimo gusto, y a vivir.
Mucho comamos y bebamos -y lo otro- que mañana moriremos, que es la traducción grosera del horaciano carpe diem; nada de conócete a ti mismo -probablemente innecesario en una sociedad de humanoides prefabricados en la cadena de la chabacanería-, y menos aún de un imposible cogito ergo sum.
Por tanto, la gran mayoría de los españoles, felicísima por tener, aunque sus gracias -intelectuales y de cualquier otro tipo- difícilmente lo justifiquen, la mujer pública más generosamente retribuida, con tres cargos y mas de 7.000 euros mensuales; por contribuir a la mariconería de Zimbabue con 30.000 euros de subvenciones; por retirar honores y distinciones a los que ganaron la guerra que perdió el abuelito de ZP, y porque el Ministro de Fomento, don José Blanco, se aplique al acoso y derribo del chiringuito playero, en tanto que Pepiño Blanco y compañeros mantienen las dachas de Villa Pesoe, cuyos detalles pueden ver bajándose este documento.
Escribió Antoine de Saint-Exupéry (Piloto de guerra) que una civilización es una herencia de creencias, de costumbres y de conocimientos que se han adquirido lentamente en el curso de siglos, difíciles de justificar a veces con la lógica pero que se justifican por sí mismos, como caminos que llevan a alguna parte, pues abren al hombre su extensión interior.
En una España que ya no cree en nada, que ha tomado todas las ancestrales costumbres del revés, que ha olvidado todo lo que contituyó su ser, ¿qué extensión interior puede hallar el ser humano? Solamente la ocupación del espacio físico que requiere su ser animal. Y en ello estamos.
No es que engañen al personal, Arturo: es que le dan lo que el personal quiere, lo mismo que estos padres modernos que creen que educar es dar todos los caprichos, por insensatos que sean, con tal de que el niño no incordie.


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