Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 31 de agosto de 2018

SOBRE EL GOLPE DE ESTADO DEL SEÑORITO SÁNCHEZ.

El señorito Sánchez, y su gobiernillo de retales, de rectificadores impenitentes y de encajagoles cualificados, ha decidido -dice El Mundo- cambiar la Ley de Enjuiciamiento Criminal para darle una "perspectiva de género", porque no hacerlo supondrá que continuemos impartiendo una Justicia deficiente y parcial, que trata igual a los que son desiguales y se aleja de la equidad a la que debemos aspirar como sociedad avanzada.

Es decir: que la Ley tratará de forma distinta a las personas, según sean sus órganos reproductores.

Y con esto, la señora Ministra de Justicia -cuyo nombre desconozco y me importa una higa saberlo- establece la desigualdad ante la Ley como principio jurídico, a la par que el señorito Sánchez se pasa el artículo 14 de la Constitución por los susodichos órganos reproductores.

Esto es lo que pasa cuando se piensa con... bueno, ya ustedes se hacen una idea.

sábado, 25 de agosto de 2018

SOBRE LOS PROFANADORES.

En la Historia, suplantar creaciones, profanar tumbas, robar sepulturas, ha sido actitud constante de todos los incapaces, de todos los resentidos, de todos los ladrones, de todos los sinvergüenzas. 

En el Antiguo Egipto, los Faraones maldecían a quienes se atrevieran a turbar su descanso. Estoy total y absolutamente seguro de que el Excelentísimo Señor Don Francisco Franco Bahamonde, católico a machamartillo a pesar de la Institución eclesiástica, jamás pensaría en maldecir a quienes profanaran su tumba, que -sin que él lo indicara así- acabó estando en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, por decisión del Rey Juan Carlos I. 

(Entre paréntesis: sobre el tema de la sepultura de Franco y de quién decidió que estuviera en el Valle de los Caídos hay documentación, y hace unos días -véanlo dos entradas más abajo- la ofrecí. Pese a ello, hay periodistuchos, politicastros, historiadorcetes y cabestros en general, que pontifican sobre que Franco se hizo un mausoleo. La prueba definitiva está en que la tumba hubo que excavarla de prisa y corriendo según todas las fuentes, luego ni estaba hecha, ni previsto allí el enterramiento, ni Franco construyó el Valle para sí mismo. Fin del paréntesis).

Decía que estoy total y absolutamente seguro de que Franco jamás pensaría en maldecir a quienes profanaran su tumba. Probablemente, porque nunca pensó que en España se volvieran a profanar tumbas, como fue costumbre entre los milicianotes que preferían desenterrar cadáveres en los conventos a irse al frente. Evidentemente, los cadáveres no respondían al fuego, ni al acero, y era mucho más seguro combatir contra difuntos enterrados en las iglesias que contra falangistas y requetés en campo abierto y en igualdad de condiciones.

Probablemente, Franco nunca creyó que en España volviera a haber un pueblo cobarde, pasivo, esclavo, sometido a la mayor incultura de los últimos siglos, manipulado desde la escuela, que pudiera ser nuevamente pasto de caciques, canalla buena para la comprobación de las doctrinas marxistas -como explicaba don Carlos Marx a su colega Engels-; un pueblo de miserables, de corruptos, de traidores, de cabestros.

Por lo tanto, es imposible que Franco pensase en maldecir a quienes profanaran su tumba. 

Pero yo, que soy católico a pesar de la Institución eclesiástica española; que soy católico por la gracia de España, me temo que no soy lo bastante bueno para poner la otra mejilla, para aceptar con mansedumbre la iniquidad, para inclinar la cabeza ante los señoritos feudales. Y tampoco -modestia aparte- soy lo suficientemente tonto para creerme las mentiras de los necios, las falsedades de los iletrados, los tópicos de los resentidos.

Y como no soy lo bastante bueno, ni lo bastante tonto, yo si maldigo. Os maldigo a todos. A todos los canallas que no levantasteis la voz hasta que vuestro enemigo -aunque él no os tuviera como tales- estuvo muerto y enterrado. A todos los que nunca pudisteis soportar que vuestra pequeñez no fuera digna de la persecución de la que luego habéis alardeado, faltos de otro motivo de orgullo. A todos los que mentís, como los cabrones que sois, para congraciaros con la plebe envenenada. A todos los que habéis aprobado, con la afirmación o -peor aún- con el silencio, leyes inicuas para establecer desde el BOE una versión sesgada, falsa y revanchista de la Historia. A todos los que, con vuestro voto, habéis llevado al poder a los ineptos, a los mentirosos, a los trepadores, a los mentecatos que os desvían la atención del paro que os consume, de la injusticia que os abruma, de la desesperanza que os envenena, para poneros como muleta ante los hocicos la profanación de las tumbas.

Os maldigo a todos los que habéis promovido una España donde el punto de referencia sea volver a una guerra civil, a ver si los cobardes que la perdieron porque no tenían cojones para combatir de frente la ganan ahora. 

Maldigo a los obispos que nadan y guardan la ropa, pastores cobardes, tibios, que quieren preservar su independencia política, fomentando el espíritu de concordia entre todos los españoles y cultivando la oración para el logro de una convivencia en paz, justicia y libertad. (Comunicado del Arzobispado de Madrid, recogido por InfoCatólica). Maldigo a los que para fomentar la concordia abandonan a los suyos y se postran ante los enemigos. En la "X" de la declaración de la renta os espero; y espero que Dios -ese Dios al que malvendéis por una puñetera subvención- que ya os lo avisó (Apocalipsis 3:15-19: ... por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca), os lo tenga en cuenta.

Os maldigo a todos, y vosotros ya sabéis quienes sois. Y como no soy lo suficientemente bueno, os maldigo con la esperanza de que podré solazarme en vuestra desgracia antes de que me llegue la hora. 

jueves, 23 de agosto de 2018

SOBRE LO QUE MAÑANA NO SE PODRÁ DECIR.

Y si no mañana, pasado, o dentro de quince días porque -según informaciones no confirmadas, pero probablemente ciertas- cuando el señorito Sánchez haya pagado lo suficiente a sus socios, la Ley prohibirá hablar bien del Excelentísimo Señor Don Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España por la Gracia de Dios.

Dicha prohibición chocará frontalmente con el artículo 20 (1) de la Constitución. Dicha prohibición chocará frontalmente con el artículo 14 (2) de la Constitución. Dicha prohibición chocará frontalmente con el artículo 16 (3) de la Constitución. Y no habrá nadie -de los legitimados por la Ley, porque los ciudadanos de a pié no contamos- que promueva un recurso de inconstitucionalidad.

Por ese motivo, y aprovechando que -por lo menos hoy- ninguna Ley democrática, avanzada y progresista, promulgada por la izquierda con la anuencia de la derecha, el centro y los que no saben qué son ni dónde están me lo prohíbe, voy a copiar un artículo que publiqué en su día en La Nación, cuyo editor a la sazón, Félix Martialay, me hizo el honor de situar en primera página como podrán comprobar pulsando sobre la imagen.

Se trataba en aquél tiempo de hacer frente a las absurdas patrañas de los pijoprogres, que elogiaban la labor de los embajadores españoles en la salvación de miles de judíos durante la GMII, pero no dejaban de afirmar que estos diplomáticos lo hacían en contra de las directrices del Gobierno de España, presidido por Franco.

Ahora no se trata del tema de los judíos rescatados por diplomáticos españoles -aunque es una falacia recurrente-, sino de condenar, vilipendiar y anatematizar a Franco como sea, desde todas partes -ahí están las declaraciones del Pablito populachero hace unos días-, desde todos los periódicos salvo contadas excepciones, desde todas las covachas partidistas, desde todos los muladares creadores de opinión. Todo ello, sin darse cuenta -porque encima son cortitos- de que hacen que toda su inquina, toda su garrulez, toda su topiquería, gire en torno a quien falleció, de forma natural y en la cama de uno de los hospitales que él había creado, hace casi cuarenta y tres años. 

Siguen, los hideputas, viviendo cojonudamente contra Franco, y sería parecerme a ellos el callar lo que dije hace casi un cuarto de siglo. 


LA NACIÓN
NUMERO 128 - 30 DE MARZO AL 12 DE ABRIL DE 1994

Yo sí colaboré con Franco.

Leyendo la prensa, viendo la televisión y escuchando la radio, he llegado a la conclusión de que nadie, nunca, colaboró con Franco. Al menos, nadie de los que tiene voz en los medios de comunicación, y nadie de los que esos medios de comunicación llevan a su palestra.

Así, el Embajador Sanz Briz salvó a millares de judíos de la persecución nacional-socialista por propia iniciativa y —según Antena 3 TV— en contra del entonces Jefe del Estado, Generalísimo Franco. Otros muchos embajadores españoles, exactamente igual.

Parece ser que todo lo bueno que se hizo —que fue mucho— en casi cuarenta años, fue obra de personas que trabajaban en contra de Franco. En cambio, todo lo malo que ocurrió —que también lo hubo, qué duda cabe, porque nadie es perfecto— lo hizo Francisco Franco directa y, si me apuran, personalmente.

Como ya comentaba La Nación en un número anterior, no deja de ser extraño que tantas personas que hacían su labor en contra —dicen— de las órdenes de Franco, fueran mantenidas en su puesto por el feroz dictador. No me cuadra que ningún Jefe de Estado o de Gobierno mantenga en las Embajadas al personal diplomático que no sigue sus instrucciones.

Pero es que, profundizando un poco, me parece que hay que padecer cierto cretinismo congénito para creer que un Embajador de España pudiera salvar a miles de personas, ateniéndose a un Decreto del General Primo de Rivera —otro dictador, ya ven ustedes— pero en contra de los deseos de Franco. Por la sencilla razón de que a Francisco Franco le hubiera basta un plumazo para derogar ese Decreto, si le hubiese venido en gana. Y con el beneplácito —no se olvide— de buena parte de la población española de la época.

Sin embargo, me parece muy lógico que la prensa liberal aproveche cualquier ocasión para atacar a Franco. A falta de algo bueno que comentar sobre la actualidad, lo más natural del mundo —particularmente entre cobardes— es seguir dando lanzadas a moro muerto, y vivir —todavía— de la herencia. ¡Menuda herencia, la de Franco, que dura después de casi 20 años de dilapidación! ¡Menuda figura histórica, que casi 20 años después de muerto sigue siendo imprescindible para todo tipo de prensa, radio y televisión!

Por otro lado, no deja de asombrar la ubicuidad de Franco. Si creemos a los plumíferos o verborreicos de hoy, en todas partes estuvo para hacer el mal. En cada ciudad, en cada pueblo, y en cada casa de España, se personó Francisco Franco para hacer daño. Cada Ley, cada Decreto, cada Orden Ministerial, cada Reglamento, lo redactó él personalmente. Ya me dirán ustedes si no supone esto el reconocimiento implícito de una asombrosa dedicación y capacidad de trabajo.

Estoy tentado de terminar aquí este artículo. De admitir que todo lo hizo él; solo, sin ayuda, sin colaboración; que todo lo hizo él, y en contra de todos los españoles o, al menos, del noventa y nueve por ciento. Que Franco tuvo en su contra a los diplomáticos, a los militares, a los ministros, a los funcionarios, a todo el pueblo. Que él, solo, hizo su santa voluntad frente a 20, 30 ó 40 millones de españoles. Y de terminar, entonces, con la única frase —en tal supuesto— posible; ¡Ole tus cojones! 

Sin embargo, voy a terminar de otra forma. Voy a terminar declarándome corresponsable. Aunque no sea cierto, porque en 1975 el que suscribe no había alcanzado la mayoría de edad y, en consecuencia, no podía participar en la vida política nacional. Es lo mismo; cuando todo el mundo se afana en declarar que estuvo en contra de él, yo estoy dispuesto a jurar (seguro que Dios no me tendrá en cuenta la falsedad, porque si bien es cierto que no lo fui de hecho, también es cierto que me hubiera encantado llegar a tiempo de serlo) un ferviente colaborador del Caudillo Francisco Franco.

__________
(1) Artículo 20.
1. Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.

(2) Artículo 14.
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

(3) Artículo 16.
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.


martes, 21 de agosto de 2018

SOBRE LOS MAMARRACHOS DE LA CADENA COPE.

Que es, como ustedes ya saben, la emisora de la Conferencia Episcopal Española; la cadena de los Obispos, como la suelen llamar los rojetes.

Pues bien; en la tarde -así se llama el programa, la tarde- de hoy, día 21 de agosto, dos de los tertulianos habituales han demostrado su ínfimo nivel intelectual y personal.

Uno de ellos, un tal Pablo Iglesias -del que suelen citar el segundo apellido para diferenciarlo del estalinista podemita aunque, como se verá, poca diferencia hay- ha dicho que Franco, gracias a Dios, lleva casi 43 años muerto y enterrado.

Ejemplar frase; sobre todo, para ser dicha en una emisora de la Iglesia Católica. Ejemplar frase, que coloca al susodicho Pablito a la altura moral de cucaracha que le corresponde. Ejemplar frase, que define al canalla cobarde, al nauseabundo reptil que se regodea con la muerte de otra persona, agradeciéndole a Dios una defunción en la que, como buen cobarde, no ha tenido nada que ver. Hasta ahí llega esta clase de puercos, a los que su pequeñez intelectual les lleva a reconocer implícitamente que, de no haber sido porque Dios quiso llevárselo -con Él-, Franco seguiría gobernando, porque los enanos nunca llegaron a ser capaces de enredársele en los pies.

Y otro memo singular, el llamado Julio César Herrero, un fulano al que presentan como Catedrático de Periodismo en el CEU y otras diversas Universidades. Ejemplar catedrático de periodismo, que miente a sabiendas cuando dice que el Valle de los Caídos se construyó para que fuera el mausoleo de Franco, cuando ahí está el Decreto firmado por el Rey Juan Carlos I que ordena que el fallecido Generalísimo sea enterrado en él, y sin que nadie haya encontrado ningún documento en el que Francisco Franco expresara su intención de recibir sepultura en esa Basílica.

Ejemplar catedrático de periodismo, que conociendo documentos se permite pontificar en contra de ellos para que la realidad se amolde a su gusto. Ejemplar catedrático de periodismo, que aprovecha para ejercer de chivato mafioso advirtiendo que junto a Franco está enterrado José Antonio Primo de Rivera y que este fue el fundador de la Falange y que algo habrá que hacer con él.

Ejemplares ambos, y lo digo en serio; porque este es un claro ejemplo de a qué gentuza se le ofrece micrófono en la cadena COPE, y qué ínfima catadura moral e intelectual tienen los tertulianos que los señores Obispos ponen en antena.


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