Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 27 de julio de 2009

SOBRE HIMNOS Y HOMBRES.

El Himno danés que sonó ayer -en lugar del español- mientras el ciclista Alberto Contador era proclamado vencedor del Tour de Francia.
El hombre -Alberto Contador- que, si bien con una sonrisa entre incrédula y resignada, permaneció en lo alto del podio de los triunfadores.
Sin desmerecer la hijoputez gabacha y el amariconamiento de las autoridades españolas que hubiera presentes, esto me recordó un hecho parecido. Creo que lo he contado ya, pero merece la pena repetirlo.
Andaba Manolete en Méjico, toreando a su manera -esto es: de una forma físicamente imposible-, cuando cierta tarde vió que en la plaza de toros ondeaba la Bandera de la IIª República, en vez de la española. Manolete podría haber hecho caso omiso; podría haber mirado a otra parte; podría haberse dicho que lo suyo eran los toros y no la política -respuesta de todos los amariconados de hogaño-; podría haber salido a ganarse al público con su arte y su valor.
Pero Manolete -don Manuel Rodríguez- no salió. Se negó a hacer el paseíllo mientras aquella Bandera no fuera reemplazada por la que correspondía: la roja y gualda; la de España.
La cosa se prolongaba y el público protestaba en consonancia, hasta que al mandamás con autoridad para ello ordenó poner en el mástil la Bandera de España. Salió Manolete y soportó durante el paseíllo la mas estentórea pitada que nunca oyera torero alguno. Hasta que empezó a torear. Despues, herido, escuchó la más portentosa ovación de un público entregado y -ya- manoletista acérrimo.
Un hombre enemigo estaba en la plaza de toros de Méjico: Indalecio Prieto. Y de Manolete dijo, al ver aquella actitud, que era el único español que no había hecho el ridículo en Méjico desde la muerte de Hernán Cortés.
Ayer, el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, ante la repetición del Himno -esta vez el español, tarde y mal- declaró que queda como una anécdota que se ha resuelto como tenía que resolverse.
Otros tiempos, otros hombres. Que cada cual piense al respecto lo que tenga por conveniente. Aquí, en este diario, rindo mi homenaje emocionado al voluntario de los primeros días cordobeses, posterior soldado artillero, y siempre hombre de honor, don Manuel Rodríguez, Manolete.

SOBRE CONDENAS ESPERANZADORAS.

La condena de quince miembros de la organización Hammerskin, que lo han sido a penas de entre año y medio y dos años por los delitos de asociación ilícita, tenencia ilícita de armas y -por si fuera poco- promover el odio y la violencia.
 
La esperanza a que aludo no viene -obviamente- por el hecho de que hayan sido condenados estos señores, sino por las implicaciones que representa para el futuro.
 
Por ejemplo, la -espero- inmediata disolución de las asociaciones culturales de Latin Kings y similares, con el correspondiente encarcelamiento de sus miembros por los mismos delitos.
 
Por ejemplo, la -espero- inmediata persecución en serio de las bandas de delincuentes llamadas del Este, o gitanas, o marroquíes, senegalesas y subsaharianas en general, y de las llamadas latinas; esto es, hispanoamericanas, porque Julio César hace tiempo que no tiene trato con delincuentes, y la última vez fue para ahorcarlos.
 
Por ejemplo, el -espero- inmediato encausamiento de las asociaciones de maricas, tortilleras, y plumipescaderos, por su intolerancia para los de comportamiento sexual ajustado a la nauraleza, lo cual supone promover el odio y la violencia.
 
El de las asociaciones dichas contra la intolerancia, el racismo y la xenofobia, por su intolerancia hacia los que estamos hasta el gorro de soportar que a algunos se les permita hacer lo que a cualquiera de nosotros -generalmente pacíficos, españoles, y blancos- nos supondría entrullamiento, lo que equivale a promover el odio y la violencia.
 
El de las clínicas abortistas, porque nada es más clara promoción del odio y la violencia que el asesinato, con las agravantes evidentes de premeditación, alevosía, abuso de fuerza y de confianza, y otras muchas que cualquier jurista puede hallar.
 
El -espero- inmediato encausamiento de la Banca, por quedarse nuestros dineros generosamente entregados por el Gobierno socialista, y no facilitar mínimamente los créditos necesarios para las empresas modestas, lo cual evidentemente repercute en promover el odio y la violencia.
 
La -espero- inmediata investigación de las administraciones públicas que destinan partidas exorbitantes a gastos suntuarios -despachos, pisos, coches, muebles, celebraciones- e incluso criminales, como los de las embajaditas regionales dotadas de pasta gansa, lo cual es evidentemente promover el odio y la violencia.
 
La -espero- inmediata investigación de los delitos de prevaricación cometidos por las administraciones públicas, que al bajar el sueldo de los empleados de filas para subírselo a los directivos fomentan el odio y la violencia.
 
La -espero- inmediata disolución de las organizaciones empresariales y de las sindicales subvencionadas por el Gobierno, por promover el odio y la violencia, con exigencias irrazonables y huelgas salvajes injustificables -según el caso- que dañan al conjunto de la sociedad.
 
La -espero- inmediata expulsión de la carrera judicial de los jueces de reconocida filiación política o nombrados por los políticos, porque ello promueve el odio y la violencia.
 
La -espero- inmediata disolución de los partidos políticos que, con la redacción, aprobación y aplicación de la llamada Ley de Memoria Histórica -esto es: el PSOE en funciones de abuelito cabrón, revanchista y bastante lelo; IU en funciones de chivato y soplón, lo que mejor cuadra a su filiación comunista; el PP en funciones de fiel cumplidor de los mandatos del adversario y de meretriz lechodonante- promueven clara y evidentemente el odio, ya olvidado decenios atrás.
 
Y a todos ellos -políticos principalmente, y con preferencia los cobardes peperos- por promover una violencia que hoy es aún latente, pero que lleva camino de saltar y llevarse por delante lo que pille, en función de los muchos y profundos odios que generan.
 
 

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