Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 20 de octubre de 2011

SOBRE OTRA FABULILLA ROJA.

Porque es que ya los de Público no se molestan en tergiversar la Historia; directamente, se la inventan.

Se emperra el peripatético -cada vez más putón esquinero-, en contar mentiras que ni siquiera sus supuestos seguidores pueden admitir. O no podrían, si sus hipotéticos lectores tuvieran la mínima cultura y se molestasen en leer sus propias fuentes rojas.

Dice Público que "su llegada a Madrid, aquel 8 de octubre de 1936, menos de cuatro meses después de la sublevación franquista, sirvió para que la población republicana comenzara a sentir que no estaba sola". Se refiere a las Brigadas Internacionales, y el entrecomillado -si la señora que firma el artículo sabe escribir- sugiere una cita del denomiado historiador Justin Byrne.

El hecho de que este llamado historiador sea un brillante desconocido es normal. Los rojos tienen la tendencia a creer Oráculos de Delfos al primer borracho de taberna que berrea, porque así lo llevan en su genética; y si es extranjero, más. Y si encima dice que es intelectual, ni hablemos.

Pero hay otros hechos que demuestran que ese historiador en tan fiable como un mono con una ametralladora, o que la periodista no sabe ni copiar y pegar, o que la una no sabe y al otro no le importa que le tergiversen, lo cual muestra su categoría.

Y el hecho es que los documentos citan como fecha de la llegada de las Brigadas Internacionales a Madrid la del 8 de Noviembre. Arturo Barea (socialista de la época) lo atestigua:

“Aquel domingo, el interminable 8 de noviembre, desfiló por el centro de la ciudad una formación militar compuesta de extranjeros en uniforme, equipados con armas modernas: la legendaria Brigada Internacional, que había sido entrenada en Albacete, venia en ayuda de Madrid.”

¿Un mero error en el mes? No lo niego. Pero el caso es que el mismo periódico dice algo más adelante que "el 22 de octubre de 1936 el presidente del Gobierno de la República, Francisco Largo Caballero, firmó un decreto por el que se constituyeron esas unidades compuestas por voluntarios extranjeros y también españoles."

Por lo que se ve, los redactores de Público no sólo no consultan fuentes (ni siquiera las socialistas), sino que ni se leen lo que llevan escrito.

En cuanto al homenaje que el hijo del genocida Carrillo les prepara a los Internacionales -nada menos que en la Universidad Complutense-, todo son loas, como no podía ser menos. Pero la realidad era otra cosa, y la feliz arcadia que se inventan dista mucho de la verdad: para los españoles -los rojos, que a los nacionales ya se les supone- los Internacionales fueron unos auténticos invasores, y el propio Nick Gillain, oficial de las Brigadas Internacionales, reconoce que el pueblo de la zona roja les miraba hostilmente.

Un tal Julio Aróstegui, catedrático de Historia Contemporánea de la Complutense -continúa Público- afirma que los brigadistas contribuyeron a hacer de la guerra de España un "fenómeno internacional". Que es, evidentemente lo que la URSS pretendía, y que viene a demostrar que la aseveración de que la ayuda de Italia y Alemania internacionalizó el conflicto es falsa, porque las Brigadas Internacinales llegaron primero, y además con la idea de hacerlo internacional.

Unica forma, claro, en que podían tener una mínima esperanza de ganar. Porque este mismo Aróstegui considera "más que probada su cultura militar", y afirma: "Solían ser más expertos guerrilleros que los españoles. Vinieron poetas, intelectuales, abogados... también gente con menos formación. Todos pasaron por el centro de formación de Albacete, donde eran instruidos por un comunista francés llamado André Marty".

Más expertos guerrilleros que los españoles rojos es posible; los rojos -españoles o de cualquier sitio- estaban -y están- más acostumbrados a las tabernas que al aire libre, más hechos a la algarada callejera que a campear, más familiarizados con el asesinato por la espalda que con el combate. Los españoles que no adoraban a la madrecita Rusia les dieron siempre cien vueltas -porque no tuvieron ganas de darles mil-, a los rojos. Como guerrilleros y como todo.

Pero la mención al "comunista francés llamado André Marty", permite conocer al personaje y, en función del mismo, aproximarnos a lo que fueron las Brigadas Internacionales. Véase la descripción del carnicero de Albacete, de la pluma de Rafael García Serrano, quien toma los entrecomillados de alguien poco sospechoso: Hemingway.

* * *

Hemingway en Por quién doblan las campanas, parece como subvencionado por Gabriel Arias Salgado, y sin embargo, no es así. Lo que pasa es que Marty sí era así, “un anciano corpulento alto, cubierta la cabeza con una boina de las que suelen llevar los chasseurs a pied del ejército francés, envuelto en un capote, llevando una cartera y calzada al cinto una pistola”. Mixto de burócrata, de gangster y de abominable hombre de las nieves.

Esto por lo que a su geografía humana toca. Luego viene lo demás: “está más loco que una chinche. Tiene la manía de fusilar gente... Ese viejo mata más que la peste bubónica... Hemos fusilado a franceses, belgas y a gentes de todas las naciona-lidades y de todos los tipos. Tiene la manía de fusilar gente, siempre por motivos políticos. Purifica más que el “Salvarsán”. ¡Está rematadamente chiflado!”

A través de la pluma de Hemingway lo vemos como un ancianito con la sesera perturbada, lleno de fijaciones sanguinarias, entre el tonto de pueblo y el sacamantecas, a medias alilailó, a medias heredo-sifilítico; sin entender nada de lo que se le dice... Los generales rusos soñaban -los días que habían sido buenos- con que fusilaban al purulento tontiloco. Uno de ellos piensa mientras le escucha con paciencia y temor: “Debería fusilarte, André Marty, antes de permitir que pusieras ese dedo inmundo sobre mi mapa. ¡Que te lleve el diablo, para que respondas de todos los hombres a quienes has enviado a la muerte por entremeterte en asuntos de los que nada entiendes! Maldito sea el día en que dieron tu nombre a una fábrica de tractores, y a las aldeas y a las cooperativas, convirtiéndote así en símbolo intocable. ¡Vete a otra parte a sospechar, a exhortar, a intervenir, a denunciar y asesinar, pero deja en paz mi Estado Mayor!”

* * *

En vista de ello, también me sumo a la petición de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales, que pretende que pretende que "la historia de las brigadas se estudie de manera "más clara y notoria", por lo que trabajan para que se su historia se incluya en los currículos de enseñanza media." Ya lo creo que me sumo a que se estudie; pero haciendo hincapié en las fuentes originales: en Barea, en Gillain, en Hemingway, en Bolloten.

Porque los nacionales, desde luego, no dan una imagen auténtica de las Brigadas Internacionales: véase cómo las trata el alférez Cavero:

... cierta vez, al final de un ataque, recogió un perro procedente del campo soviético. El perro era negro y llevaba dibujado en el lomo, a fuerza de tijera, una hoz y un martillo. “Lamía mis manos cuando lo até con una cuerda de esparto -escribe el alférez-. Cuando terminó el ataque envié un enlace al coronel Galera, con la documentación de los muertos y con el perrillo y una nota que decía: ‘Adjunto remito a V.S. un individuo pasado del campo enemigo. Interrogado solo contesta guau, guau, por lo que creo pertenece a Brigadas Internacionales...’

Y es que hasta para reírse eran mejores los nacionales.

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