Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 2 de mayo de 2011

SOBRE LAS AMISTADES DE EL PLURAL.

Este graciosísimo Plural, se pregunta de la pluma de su propio director, un fulano llamado Enric Sopena -más Enric Daspena que nunca-, si puede ser beatificado quien mantuvo fluidas y muy cordiales relaciones con la dictadura chilena.

Es increíble la fruición con que estos rojo-pijo-progres siguen a la Iglesia; con qué enorme dedicación se afanan en hacérnosla presente a todos -sobre todo a los suyos, porque de los católicos sólo algunos, como yo, lo leemos para documentarnos-; con que grandísimo celo siguen cada noticia religiosa o eclesiástica. Debe ser un vestigio aún no enrojecido del antiguo opusdeista, que acaso no medró como pretendía.

Pero, señor Depena, Juan Pablo II visitó muchos países; y entre ellos, no sólo lo que usted -en su atavismo estalinista-, llama dictaduras, como Chile -que no lo sería tanto cuando el General don Augusto Pinochet se fue tranquilamente dándole paso a la basura que había barrido-, y aquí tiene una foto mejor que la que saca en su periódico para demostrarlo. También visitó a lo que usted -en su necedad supina- no llama dictaduras, pero lo son para todo el mundo con dos neuronas normales: Cuba, la URSS, incluso la España de Zapatero. Y ahí tiene usted también las fotos que lo demuestran.

Juan Pablo II era tan tolerante, que no tuvo empacho en reunirse con tiranos -Fidel Castro, Gorbachov, Zapatero-, con asesinos -el propio Alí Agca que intentó matarlo-, y con imbéciles, y exímame de darle nombres, que la libertad de expresión en España no anda muy sobrada.

¿Qué mejor, para un pastor de almas, que acercarse al descarriado?

SOBRE EL DISCURSO.

Porque eso -un nuevo discurso- es lo que piden los sindicatos manifestados ayer de la manita en Valencia, y que pese a estar cerca del destino habitual de los puenteros madrileños -¿ese fue el motivo de hacerla allí?- no logró reunir a más de 20.000 personas según los propios interesados, 3.000 según la Policía Municipal, y 10.000 según la empresa Lynce, informa Público.

Pues nada, señores Méndez y Tocho: el discurso ya se lo ofreció el señor Rodríguez, y se resume en que la culpa la tiene Aznar, miren La Gaceta de ayer. Y si no, mi propio comentario al respecto -justo aquí debajo-, donde declaro que la culpa la tiene Franco.

Pero me temo, señores sindicalistas de clase -mala clase-, que los casi cinco millones de parados, el millón trescientos mil hogares con todos sus miembros en paro, el 90% de menores de 35 años entre los nuevos parados, no estén para más discursos. O si, porque -como le dijo creo que El Guerra a don José Ortega y Gasset cuando se lo presentaron como filósofo- hay gente pa to; y buena muestra es un vecino mío, que dice que él es socialista y que aunque se muera de hambre seguirá votando al PSOE, en lo cual le alabo el gusto, porque me preocuparía mucho que un cenutrio así coincidiera en algo distinto del número de la calle conmigo.

El caso es que, en un país normal, estos sindicatos de clase -mala- serían corridos a gorrazos por los parados, los indefensos, los famélicos y los desesperados. Pero aquí, evidentemente, no somos normales, y los sindicatos chaperos se pasean -a manifestación no llega- con banderas preconstitucionales -o anticonstitucionales, o ilegales, como prefieran-, y no hay un periódico que los saque luciendo sus vergüenzas aunque la televisión -ahí tienen una captura- no pueda evitarlo, en vez de clamar por la infamia de los sueldazos oficiales, de los empleados públicos digitales, de las empresas públicas políticamente colonizadas, de los regalos a la banca y del chorreo de millones en subvenciones.

Claro, que entonces tendrían que protestar contra los 204 millones de euros que han percibido ellos del Gobierno.

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