Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 4 de septiembre de 2010

SOBRE LA CIENCIA Y LA FE, DE NUEVO.

He recibido algunos comentarios en la entrada de ayer, y aprovecharé para explayarme sobre el tema. Primero, como corresponde, los comentarios:
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Soldado Vikingo dijo...
El Big Bang podrá tener explicación científica, ¿pero puede alguien explicar de donde surge el tiempo, la realidad y la materia?. Por que está claro que por si solos no pueden aparecer.
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Pues ahí está el asunto: ¿de donde salió todo lo que los físicos explican?
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Old Nick dijo...
¿Por qué será que nunca me gustaron los Astroso-Físicos?
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A mí, los que no me gustan son los tontos. Porque, precisamente, un astrofísico debía ser el más convencido de que no es el ombligo del mundo.
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Rafa España dijo...
¡Uf!. Menudo charco. Como apasionado de la ciencia y de la astronomía tengo que decir que es intrínseco al hombre darle explicación a todo lo que le rodea, intentar comprender el comportamiento de la naturaleza, escudriñar los porqués del universo. En eso se afanan los científicos.
Estos, como personas que son, los hay ateos y los hay religiosos. No veo incompatibilidad entre ser científico y ser religioso o creer en Dios.
El negar la existencia de Dios porque se es capaz de dar sentido al cosmos es como si un fontanero niega la existencia de Dios porque no lo ha visto en las cañerías de los retretes.
Dios es mucho más grande que nuestro universo o quizás sea como medir la distancia de Madrid a Paris en kilogramos.
Si nos creemos que cuanto más explicaciones científicas tengamos, le estamos quitando respuestas a la FE, estamos totalmente equivocados.

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También a mí me gusta la ciencia en general, y la astronomía hasta donde mi capacidad me permite, Rafa. Y sé que hay científicos de todas clases. Lo que me fastidia es que haya tipos que, encaramados en la soberbia, afirmen que Dios no existe porque sus teorías -que sólo son teorías, indemostrables hoy por hoy al menos en lo que a mí me llega- no lo hacen necesario.
Creo que el Universo pudo salir del Big Bang. Creo que pudo ocurrir que toda la materia estuviera concentrada en un punto de inmensa densidad, y que a consecuencia de esa densidad infinita se calentase hasta explotar. Estoy dispuesto a admitirlo, aunque nadie lo ha demostrado y sólo son teorías, lo cual no es un procedimiento muy científico.
Pero si me dicen que como ocurrió el Big Bang -indemostrado- no hace falta que exista Dios, entonces hago una simple pregunta, de tonto: ¿y de donde vino toda aquella materia que se apelmazó como un pan ácimo? Puestos a enredar, me pregunto si toda la materia del Universo, concentrada en un punto de densidad infinita, no tendría que ser un agujero negro del que -por definición científica- nada podría escapar. ¿Entonces, cómo se fué cada átomo por su sitio?
Es lo mismo que con la teoría de la evolución. Puedo creer que el cuerpo del ser humano procede del mono. Algunos más que otros, según se ve día a día. Pero entonces me pregunto por qué los monos siguen siendo monos al cabo de miles de años. ¿Que tenía de especial y único la especie que dió origen al ser humano?
Y ¿por qué no la especie humana no ha seguido evolucionando? Porque -físicamente- el ser humano no ha cambiado prácticamente nada en los últimos seis, ocho o diez mil años, y la misma apariencia tendría un hitita que tiene hoy un neoyorquino, si los ponemos a los dos en manos del mismo sastre o peluquero. Lo que ha cambiado es otra cosa: la mente. ¿Por qué cambia la mente del ser humano? Dicho al contrario, ¿por qué no cambia la mente del chimpancé, que es capaz de usar heramientas y hasta de aprender el lenguaje de signos?
En fin, que no niego nada que la ciencia haya demostrado. Pero me joroba la soberbia de los que -sin tener mas que teorías- se consideran suficientemente listos para negar a Dios, no desde su conciencia -que allá ellos-, sino desde la cátedra.

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