Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 25 de agosto de 2015

SOBRE LOS ROJOS DE MIERDA.

Que -soy consciente- hay muchos, de diversos pelajes, múltiples cataduras y diferentes categorías de infrahumanidad, cobardía y vileza.

Dicho esto, entiéndase que hoy me refiero a los infrarrojos -dos presuntos hombres y una supuesta mujer, que completan un trío de bestezuelas- que han agredido -véase El País- a la presidenta de Vox en Cuenca, Inmaculada Sequí, de 18 años de edad, cuando salía de su casa, al grito de “vamos a ver qué dices ahora, fascista de los cojones”.

Evidentemente, hay que ser rojo para agredir a puñetazos y patadas a una cría de 18 años, hasta dejarla inconsciente en medio de la calle. No digo que un hombre no hace eso, porque es evidente que esos dos cuatezones no son hombres, ni mujer su acompañante. Son hienas, bestias paleolíticas, cobardes sin disimulo.

No creo que doña Inmaculada Sequí sea fascista, salvo si entendemos, como esos monos, que fascista es todo aquél que no es bolchevique. Doña Inmaculada Sequí, si cree lo que dicen los creadores de Vox, debe ser buena persona. Si además de creer en lo que dicen, creyera en lo que esos fundadores de Vox hacen y han hecho, la cosa cambia, y estaría en duda esa bondad; pero pienso que a su edad se le puede conceder el beneficio de la duda.

Sin embargo, repito, no creo que doña Inmaculada Sequí sea fascista. No sólo porque Cuenca queda algo retirada de Roma, sino porque los que los rojos de mierda llaman fascistas -o sea, los falangistas, yo mismo para lo que gusten- somos otra cosa que nunca se parecerá a Vox.

Para los infrarrojos -entiéndase rojos de mierda, para hacer honor al título- fascista es todo el que no se pliega a los dictados de los bolcheviques, a la palabrería institucionalizada por la III Internacional hace casi un siglo, toma modernidad. Para las hienas que hozan en la hez de la Humanidad -o sea, comunistas, okupas, antisistema, vagos, maleantes, sinvergüenzas en general y canallas a granel-, fascista es Inmaculada Sequí, Esperanza Aguirre, Mariano Rajoy, Alberto Rivera y -según vayan cantando las encuestas- lo será el mismísimo señor Sánchez que aún piensa que es el mandamás del pesoe.

Esto, sin embargo, nos lleva a lo que hace tiempo vengo escribiendo, y es que los detritus salidos de la zahúrda ultraizquierdista se han envalentonado, y están empezando a repetir la historia. La gente de derechas, de orden, de que todo el mundo haga lo que quiera, de no me meto en política, están en la cola para ir recibiendo, y los que nunca hemos estado en ese redil lo vemos como algo, por inevitable, esperado. Todos ellos son fascistas para los rojos, como ya lo fueron hace ochenta años.

Pero no; fascista -es decir, por hablar con propiedad aunque esos canallas no lo entiendan, nacionalsindicalista- soy yo, por no meter a nadie más. Así es que esos infrarrojos, esos rojos de mierda, podrían elegir mejor y -ya que son tan valientes que sólo necesitan juntarse tres para pegarle a una niña- les invito a que vengan de veinte en veinte a por mí.

Avisando previamente, porque yo salgo de mi casa a trabajar a las 7 de la mañana, hora intempestiva donde las haya para los ultrarrojos, así es que tendría que reservarles cita.

Y munición, que gracias a Dios no falta.

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