Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 10 de febrero de 2009

SOBRE EL ASESINATO DE ELUANA.

Y esto no lo digo yo -que también- sino el Vicepresidente del Senado italiano, tras el fallecimiento de Eluana Englaro, a los tres días de ser condenada a muerte por hambre y sed, y a pesar de que el supuesto médico Alberto Defant, que tras varios años cuidándola la ayudaba a morir, afirmase que se encontraba en perfecto estado físico y aún podría vivir catorce días sin alimentación.
Usemos la lógica. Si la fallecida estaba en perfectas condiciones físicas unas horas antes de fallecer... ¿es que no ha muerto por hambre y sed, sino por otros motivos? Pregunta que, pienso, debería hacerse algún fiscal italiano.
Pero aún me hago otra o, por mejor decir, otro razonamiento. Si Eluana Englaro ha fallecido mucho antes del pronóstico médico, es evidente que los médicos se han equivocado. Y si han cometido tamaño error, ¿no cabe pensar que también lo pueden haber cometido al diagnosticar que su estado de coma era irreversible?




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