Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 9 de febrero de 2010

SOBRE LOS 15.000 HIJOS DE...

Disculpen que no lo diga en el titular, pero hay que evitar en lo posible darle facilidades a los husmeadores electrónicos del Gran Hermano Zapatero.
Supondrán -bien- que a estas alturas no les voy a hablar de los hijos de San Luís -que eran cien mil- que nos metieron por la senda absolutista del rey felón. Fernando VII, digo, no me malinterpreten. Curioso espectáculo, personaje para media España felón y para otra media deseado. Curiosidad histórica que se suele repetir, y ahí tenemos a un señor Rodríguez al que ya no recuerdo si diez u once millones de votantes le agradecen las caenas, porque piensan que son para los otros tantos millones. Tan contentos los idiotas, dale caña a los fachas aunque yo me muera de hambre.
Como ya se han, sin duda, imaginado, la frase completa es acerca de los 15.000 hijos de la gran puta, y la refiero a los que en eso de Facebook -a lo que en su día me apunté, pero que tengo abandonado porque confieso que me sobrepasa- piden "que pongan el cementerio nuclear en el Valle de los Caídos" porque “hay mucho terreno” y, además, “si se le tocan los cojones a los dos que están enterrados, mejor que mejor”. Lo cuenta Minuto Digital.
Estos quince mil hijos de puta están en lo suyo, que es vitorear las caenas rojas y hacer el caldo gordo al malandrín felón. Vociferan, con abyección propia de plebe servil, mientras su amo pone cerco por hambre al Valle, cerrado y sin fecha de reapertura al público, pese a ser el monumento más visitado de España según datos de Patrimonio Nacional.
Estos quince mil hijos de puta, al igual que su amo felón y deseado, se comportan como siempre lo han hecho los invasores que nos querían civilizar. Los gabachos de la francesada, tan liberales, igualitarios y fraternales, que usaban los templos como cuadras o almacenes; los liberales de la carlistada, que mataban frailes al compás del trágala aunque otra cosa era irse al monte tras Zumalacárregui; los liberales y fraternales republicanos de la Segunda, que iniciaban su camino quemando templos; los bolcheviques de nuestra guerra, que quemaban las iglesias, asesinaban a los obispos, a los curas, a las monjas y a los católicos sin graduación.
Lo suyo -lo de estos felones y lo de estos hijos de puta- es profanar templos y cadáveres.
(Entre parentesis: ya se que me repito; que a estos 15.000 hijos de puta se les puede llamar de otras muchas formas, a saber y por orden alfabético: ababoles, bestias, cabrones, desgraciados, estúpidos, fantasmas, guarros, herbívoros, idiotas, jíbaros, lameculos, mamarrachos, necios, obtusos, papanatas, rapaces, sinvergüenzas, tontolabas, ungulados, vagos, zopencos...; pero lo suyo es ser hijos de puta, hideputas que dijera nuestro señor D. Quijote)
Son tan hijos de puta, que se disponen a profanar el enterramiento y los cadáveres de los mismos suyos; de los rojos que memorizan. Porque saben -lo mismo el felón que los hideputas, condiciones no excluyentes- que en el Valle de los Caídos están enterrados los muertos de ambos bandos. Lo saben, no porque sea verdad y haya documentación, sino porque lo dice hasta El País.
Son salteadores de tumbas, necrófagos que continúan viviendo contra Franco, contra José Antonio, contra los que les dieron tantas carreras en pelo a los suyos, y contra los suyos propios. Y ahora, ya que Rodríguez el rojo -se lo dice él, no yo- cerrará el Valle de los Caídos, y que Mariano el corto no lo reabrirá si llega al poder, esos quince mil hijos de puta (asnos, borricos, cuatezones...) proponen que en la Basílica se establezca el almacen de resíduos nucleares.
Y estoy de acuerdo. Primero, porque ni en sueños el mandril -y sin r también- Rodríguez y sus ministrillos serán capaces de hacer algo tan sólido, tan bien terminado, tan soberbiamente fuerte y seguro como la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos; y segundo, porque así sabremos dónde están los resíduos nucleares, y los tendremos a mano para metéroslos por el culo a no mucho tardar.

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