Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 20 de marzo de 2013

SOBRE EL RETRATO DE UNA ÉPOCA.

Con este mismo título publiqué en el Nº 260 de La Nación (26 de noviembre a 9 de diciembre de 1997) una especie de adivinanza que les vuelvo a proponer. Verán que en casi 16 años transcurridos nada ha cambiado; nada ha mejorado, sino al revés; ningún personaje -al menos de los que tienen voz y mando en la prensa amarilla, la radio amarilla, la tele amarilla- se ha salido de la tónica barriobajera y espesa. Pero en el fondo, dieciséis años no son nada. Pasen y vean.
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Se pasan la vida entre acusaciones frenéticas y actos de contrición, flaqueza natural en donde las obras son nulas y las palabras excesivas, en donde se disimula la esterilidad de los hechos con el escribir sin tasa y el hablar de chorros.

Cierto que... había cometido errores políticos, algunos muy graves; pero ¿qué planes, qué ideas, qué sistemas traían los nuevos curanderos para aplicar a los males antiguos un remedio eficaz? (...)

En el tránsito... vemos aparecer la pléyade funesta: hombres de talento en gran número, de brillante exterior y fecundos en palabrería, enteramente vacíos de voluntad y de rectitud, en el sentido general. Entre unos y otros,... no hicieron más que levantar esta Babel que tanto cuesta destruir: los...; los...; y otros que no es necesario nombrar, más que laureles merecen maldiciones, porque nada grande fundaron, ningún antiguo mal destruyeron. Entre todos hicieron de la vida política una ocupación profesional y socorrida, entorpeciendo y aprisionando el vivir elemental de la Nación, trabajo, libertad, inteligencia, tendidas de un confín a otro las mallas del favoritismo, para que ningún latido de actividad se les escapase.

Captaron en su tela de araña la generación propia y las venideras, y corrompieron todo un reinado, desconceptuando personas y desacreditando principios; y las aguas donde todos debíamos beber las revolvieron y enturbiaron, dejándolas tan sucias que ya tienen para un rato las generaciones que se esfuerzan en aclararlas.
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He copiado lo que antecede textualmente, sin más licencia que la de omitir algunos nombres (los que he sustituido por puntos suspensivos), al objeto de que ustedes puedan colocar los que tengan por conveniente, y aplicar estos párrafos a la época histórica que les parezca oportuna.

¿Acierto si digo que el noventa por ciento de ustedes los cree referidos a la llamada transición y a la actualidad?

Pues no, lo siento. Esto lo escribió don Benito Pérez Galdós en el trigésimo de sus Episodios Nacionales (el titulado Bodas Reales), en referencia a la caída de la Regencia de Espartero y al reinado de Isabel II. Es decir, que la actual democracia nos ha llevado directamente a la mitad del siglo pasado

Para que luego digan que la Historia no se repite o, como prefiere decir mi camarada Arturo, que los tontos y los sinvergüenzas siempre acaban haciendo lo mismo.

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