Que, siendo la fecha que es, ya se habrán ustedes imaginado a cual me refiero.
Decir, a estas alturas, que el 23-F fue un golpe de Estado triunfante, sólo le puede extrañar a los muy perdidos, los muy indocumentados, los muy jovenes -y debidamente amaestrados por las últimas leyes educativas- o los muy tontos. A los rojos, rojillos y rojazos de guardarropía y pancarta también, pero es que ellos no son de este mundo.
Mi camarada Álvaro ya lo comentaba ayer en su Ballena Alegre, y no hace falta decir que lo suscribo íntegramente.
El 23-F fue preparado para que saliese -en segunda opción- así, como salió. La primera era -ya todos ustedes lo saben- el gobierno de concentración que aunaba ucedistas, socialistas y comunistas bajo la batuta monárquica de Armada.
El Teniente Coronel Tejero no pasó por esas horcas caudinas, y dió al traste con el golpe institucional. No pudo evitar, en cambio, que el sistema se asentara en la podredumbre que le es consustancial, y en ella estamos.