Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 14 de abril de 2015

SOBRE LOS CAVERNÍCOLAS.


Cavernícolas que tal día como hoy, 14 de abril, celebrarán el advenimiento de su segunda República, caída del cielo por la casualidad del miedo de unos y de la desfachatez de otros. 

No vino aquella República segunda de la mano de la voluntad popular, porque los republicanos habían perdido -ampliamente- las elecciones municipales que la antecedieron. Su llegada fue, de hecho, profundamente discriminatoria hacia los votantes de ciudades pequeñas, pueblos y villas, donde ganaron los monárquicos, frente al triunfo de los republicanos en las grandes ciudades, aunque sin mayoría en el número de concejales electos en el cómputo general.

Pero a aquella República no le importaban los ciudadanos, sino las masas; fue una República de altercados y algaradas; de golpes de Estado de la izquierda (1934) contra las urnas que daban el triunfo electoral a la derecha (1933); de tiros a la barriga contra los anarquistas andaluces (Casas Viejas) amotinados contra Azaña; de persecución religiosa y destrucción del patrimonio cultural por parte de los talibanes socialistas.

Aquella es la República que hoy festejarán los cavernícolas; los que siguen anclados al comienzo del siglo XX; los que no han aprendido nada, ni saben nada, ni les importa nada mas que el tópico. 

No son republicanos, sino segundorepublicanos. Si fueran republicanos, celebrarían la Primera República, aquella que vino de la abdicación de Amadeo I. Pero no; para ellos, los que hoy gritarán como guarros en cochiquera -y perdóneseme el símil, sobre todo porque no lo es- la República es la Segunda: la República de sangre y mierda que comenzó quemando iglesias y destruyendo obras de arte, y prosiguió matando curas, monjas, gente que iba a Misa, que usaba bigote o que pasaba por allí. 

Esa es la República que quieren: la segunda. La que nos van a meter cualquier día de estos los señoritos bolcheviques, los señoritos liberales, los señoritos de derechas de toda la puta vida, los señoritos de hacerse un partidito para salir en los papeles, los señoritos de trincar pasta gansa a manos llenas, los señoritos de la jerarquía eclesiástica y los señoritos monárquicos. 

Y a mi, que no soy monárquico, no me parece mal. Porque la situación es tan pútrida, que ya no caben parches; que es necesario tirarlo todo abajo, derribar el edificio ruinoso y comenzar de nuevo. Así es que, sin mover un dedo para traerla, no sufriré lo más mínimo cuando venga, no la Tercera República, sino la Segunda bis.

Es el camino para que llegue, nítida e históricamente inevitable, la República Nacionalsindicalista.


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