Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 27 de junio de 2015

SOBRE EL HARTAZGO.

El de la gente de bien -e incluso la normalita, y hasta algún desgraciadete que otro-, que están llegando a la conclusión de que ya está bien de que nos vengan los mahometanos a asesinar en casa, mientras los Gobiernos europeos abren las puertas -y las patas- ante la invasión musulmana.

Tras los últimos atentados del terrorismo islámico, los de siempre dicen lo de siempre, se asombran como siempre y politiquean correctamente como siempre. Y -como siempre- no me resisto a mandarlos a hacer puñetas, porque con estos cabestros no cabe razonar.

Quede, sin embargo, constancia de lo que dejé escrito -a propósito de la gilipollez del señor Zapatero, pero que vale para hoy- hace más de nueve años:


Esa de civilizaciones que se ha inventado el señor Rodríguez Zapatero.

Como invento no está mal. También en Bizancio se inventaron el debate sobre el sexo de los ángeles, mientras los árabes, en las puertas, se preparaban para dárselas todas juntas. Realmente, la Historia es monótona porque el número de los tontos es infinito.

Desde la inmodestia de no considerarme demasiado tonto, creo que no estamos precisamente en una alianza de civilizaciones, sino en una clara GUERRA DE CIVILIZACIONES. En la cual, obviamente, mientras discutimos sobre el sexo de los ángeles, el enemigo empieza a dárnoslas todas en el mismo sitio.

Cuando dos civilizaciones se enfrentan, la coexistencia es imposible. Una u otra deben vencer, destruir, hundir en el simple recuerdo del erudito, a la otra. Y la llamada civilización occidental, esencialmente cristiana, en franco declive, no tiene fuerza para oponer una resistencia real al ataque. 

Se enfrenta la civilización occidental, hundida en la molicie, en la apatía, en el egocentrismo, sin fe en sí misma, a una civilización expansiva, creyente, fanática e impelida -por su propia religión- a la guerra.

Total, que será cuestión de más o menos tiempo, pero estamos listos si no se produce un rearme moral de Occidente.


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