Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 18 de enero de 2009

SOBRE ISRAEL, GAZA Y TODO ESO.

Tenía ganas de decir algunas cosas sobre el tema de Gaza, pero la natural tendencia a la vagancia, aliada con problemas familiares, me han retraído hasta ahora. Afortunadamente, un artículo de un buen camarada, que he leído en primicia y se publicará un día de estos en Minuto Digital -atiendan al título Israel, cuídate, en la sección de opinión- me pone en camino de responderle y, aprovechando la coyuntura -como decían los cursitransicionistas- dejar constancia de mi opinión al respecto.
No dejo de asombrarme al ver como muchos de los nuestros gimotean por las víctimas inocentes palestinas, sin darse cuenta de que entre los palestinos no hay no combatientes. Hay combatientes con unas armas, y combatientes con otras. Y a los pobres e inocentes niños, son sus padres quienes los ponen por delante de los lanzamisiles para que se vayan derechitos al paraíso.
Influencias históricas aparte -lo de la expulsión cuando los Reyes Católicos y demás, que fué una simple medida de seguridad interna, de policía como quien dice- lo cierto es que ni el Nacionalsindicalismo -tal vez un poco Ramiro- ni Franco fueron nunca antisemitas. Sí antisionistas, que es otra cosa.
Y lo cierto es que a día de hoy las cosas han cambiado lo suficiente para que nos vayamos dando cuenta de que estamos en guerra contra los incivilizados del islamismo anclado en el año 700 -década arriba o abajo-; que dentro de nada habrá que volver a levantar el cerco de Viena y que levar anclas hacia Lepanto. Y que lo único que nos sostiene en una relativa seguridad es la existencia de un Israel que recibe todas las bofetadas y, gracias a Dios, no tiene complejos para devolverlas.
El Estado de Israel es la válvula de seguridad que libra a Occidente de la invasión armada. De la pacífica -la que sólo deja muertos de vez en cuando en reyertas; la que sólo deja violaciones no planificadas, atracos, coacciones, trapicheo de drogas, hurtos, etc.- hace tiempo que estamos sobradamente hartos. Si el Estado de Israel desapareciera -o fuera maniatado por las mamarrachadas internacionales, que sería lo mismo- nos íbamos a enterar.
Gracias a Dios, Israel sabe muy bien lo que se juega, cómo se lo juega y con quien. Tener al enemigo cerca, al ladito mismo, dentro de casa, les hace estar tan alerta como es posible, y tan dispuesto como lo tiene que estar quien no tiene más opción que vencer o morir.
Y aunque imagino que a Israel mis simpatías -como las antipatías de los titiriteros circunflejos y de los despistados de buen fe- le van a traer bastante sin cuidado, quede pública constancia de ellas, en esta hora en que el pueblo israelí nos libra a los demás de la ofensiva que ellos padecen desde hace décadas.

Publicidad: