Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 20 de abril de 2012

SOBRE EL REY DE CAYO.

Cayo Lara, papanatas sumo de la izquierda estalinista y casposa, ha declarado -véase Minuto Digital- que “No entendemos que alguien por el hecho de ser hijo de, tenga que ser jefe de un Estado. ¿Y si sale tonto?. ¿Tenemos que cargar con un jefe del Estado tonto?”

Sabida es mi escasa devoción por la monarquía, salvo la representada por los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II. Sabida es también mi preferencia republicana. Evidentemente, no de la Segunda, y menos aún de la Tercera que busca ese Cayo de referencia, sino de la República Nacionalsindicalista, que ya instauraremos un día de estos.

Mis argumentos contra la monarquía son amplios, pero para no ser prolijo me ceñiré a los ya de sobra conocidos por todos los españoles que tienen ideas en vez de antipatías: la traición a lo jurado, la oscura intervención en torno al 23-F, la sanción de leyes criminales, y la conducta impropia en un Jefe de Estado. Todo ello está en la prensa y en los libros, así es que los señores fiscales pueden irse de fin de semana tranquilos.

Pero mi escasa devoción monárquica, y mi profunda aversión juancarlista, no es obstáculo para pensar con toda la lógica que mis maestros se empeñaron en enseñarme en aquél lejano Bachiller que he comentado con mis amigos visitantes recientemente.

También aquellos lejanos y añorados maestros se empeñaron en lograr que aprendiese a leer, cosa que al parecer no lograron con Cayo Lara, que con sus palabras muestra su ineptitud para la lectura comprensiva, dado que ignora los artículos de la Constitución destinados a establecer el método para incapacitar al rey en caso necesario.

Por otra parte, Cayo, es evidente que también por elección popular, partidista y memocrática, podemos acabar teniendo a un tonto como Presidente del Gobierno.

O como Coordinador General de Izquierda Unida.

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