Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 4 de abril de 2019

SOBRE LA CASILLA DE LA IGLESIA.


Como todos ustedes saben, ya estamos metidos en época de confiscación de la renta. Llega el momento en que el Gobierno nos saca los cuartos para dilapilarlos en sueldos para los suyos, en dádivas compravotos para los suyos, en proyectos faraónicos e inútiles para que trinquen sus empresas protegidas o subvencionadoras que -llegado el caso- darán puestos en consejos de administración a los suyos. A los de cada partido, porque esto no es cosa de unos, sino de todos.

Dando esto por sabido, y sentado el principio de que al votante no le importa que le saquen los higadillos siempre que lo hagan los suyos, parece que lo importante no es crear empleo y facilitar y proteger la vida y los derechos de los ciudadanos, sino la memez histórica y la exhumación de Franco.

Y también damos por sabido que en esta época nos van a pedir que marquemos la casilla de la Iglesia Católica en nuestra declaración de la renta. No dejan de repetirlo así desde los medios de comunicación vinculados a la Iglesia: desde esa cadena COPE que pertenece a la Conferencia Episcopal Española.

Esa misma cadena que, un día si y otro también, no deja de lanzar diatribas contra Franco; que no deja -por boca de cualquiera de sus estrellitas- de hablar de la feroz dictadura, de los represaliados, de los exiliados del franquismo; no deja de calumniar a Francisco Franco y a los millones de españoles que lo siguieron para hacer una España que -43 años después- aún puede pagar sinvergüenzas con la herencia recibida.

Esa misma Conferencia Episcopal que ha intentado guardar bien sus ropas en el asunto de la venganza exhumatoria. Que ha dicho que no era asunto suyo que se desenterrara a Franco del Valle de los Caídos, ni dónde se le fuera a enterrar de nuevo. Que eso era cosa del Gobierno y de la familia.

Desde que empecé a presentar la declaración de la renta he marcado siempre la casilla de la Iglesia. Porque soy católico, y por tocar las narices, que también es un motivo. Menos este año. 

Este año, no. Que a los Obispos cobardes los subvencione el socialismo y el comunismo con los que se quieren congraciar al precio de la traición. Que a los curas rojos los mantengan sus amos. Que a la institución eclesiástica que abandona a sus hijos y se morrea con los asesinos de sus hermanos en el sacerdocio, la ayude el estalinismo de Sánchez. Que a las emisoras de radio que mienten por sistema para no hacerse antipáticos a sus amos políticos, las sufrague su abuela.

Este año, no. Este año, que la Conferencia Episcopal Española no cuente con mi marca en la casilla de la Iglesia. Este año, no voy a seguir siendo cómplice de los mentirosos, de los traidores, de los chalanes y mercachifles que trapichean con la fe, se refocilan en la iniquidad y se deshonran en la condescendencia, que no es misericordiosa, sino culpable.

Y en lo que valga mi consejo, ahí queda para quien quiera usarlo. Este año, NO. Y a los traidores que los mantengan los socialistas a los que tanto quieren agradar. 

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