Que eso es, ni más ni menos, lo que pretende el Ayuntamiento de Barcelona -lo cuenta El Mundo-, en modificación recién aprobada de sus Ordenanzas: que no vaya la gente en pelota picada -o casi- por sus calles.
Parece ser que los turistas han tomado Barcelona -y tantos otros lugares, no necesariamente costeros- por un lupanar donde exhibirse públicamente, y a los ediles no les parece correcto.
A mi tampoco, desde luego, y lo que en una playa es lógico y en un paseo marítimo tolerable, es inadmisible en el centro de las ciudades. Y si es -por ejemplo, y sin ánimo centralista- en Madrid, roza el absurdo.
Lo que si me parece, es que, de no haber tirado por tierra las normas -y la pedagogía a que aluden los concejales barceloneses- vigentes en el malhadado franquismo, se habrían ahorrado este camino.